“Según
la mitología escandinava, monstruo maligno que habita en bosques o grutas”,
dice el aburridor diccionario de la RAE sobre lo que significa troll. Y es que pese a que la Real
Academia de la Lengua Española, que los intelectuales de pacotilla
latinoamericanos decidieron que era la directriz de nuestro idioma, intenta actualizarse
como cuando una tía vieja intenta escuchar la música de sus jóvenes sobrinos
aún no cuenta con la definición que si desarrolla la pordebajeada Wikipedia,
que dice: “describe a una persona que publica mensajes
provocativos, irrelevantes o fuera de tema en
una comunidad en línea, como un foro
de discusión, sala de chat o blog, con la principal
intención de provocar o molestar una
respuesta emocional en los usuarios y lectores, con fines diversos y de
diversión” (Ctrl +C, Ctrl + V).
¿Tiene alguna función un personaje de esa
calaña? ¿podría usarse al troll para fines nobles? ¿se debe aplicar la censura
o ignorar a un personaje tan molesto? El troll en internet, como el de la mitología
escandinava, tiene varias clases, según el ámbito en donde se desenvuelva, es
decir según quien lo narre, para nuestro caso los grandes juglares ya no nos
narran como sociedad, para nuestro caso lo hacen los medios o las redes
sociales, que nos dan la ilusión de narrarnos en primera persona. Sin
desviarnos del tema el troll depende de la narración en la que se juega;
imagen, texto, video, etc. Sin embargo siempre se juega en el terreno del
lenguaje, como lo hace el troll monstruoso que atormentó los sueños de los
vikingos.
Ahora bien, el lenguaje se construye a
través de significantes, que en el caso de las redes sociales depende de una
serie de códigos que los usuarios adoptan como propios con la ilusión, una vez más,
de que el que configura un mensaje lo hace para expresarse a sí mismo y para,
de alguna manera, narrarse a sí mismo hacia los demás. En el mundo fantástico que
son las redes sociales (incluyendo foros o cualquier opinadero gratuito) este
sujeto cree expresar una opinión autentica y original que tiene un disfraz de coherencia,
con su pensamiento, con su ideal de mundo, con sus gustos, o incluso con sus
sentimientos (que también cree coherentes y descifrables). Hasta aquí la
ilusión es completa puesto que en la formula básica de la comunicación el
sujeto que emite el mensaje cree haber comunicado algo que era necesario
comunicar, un mensaje completamente coherente. En este punto es necesario hacer
una acotación y es que el sujeto al que nos referimos es aquel que cree usar
las redes sociales de manera madura, es decir, aquel que cree estar en un punto
alto de su intelectualidad y de su madurez, el que cree que está cambiando el
mundo desde el ámbito virtual.
¿Y qué tiene que ver el troll en ello?
Todo, y nada. Un mensaje molesto que solo tiene como función molestar puede
llegar a ser irrelevante, hasta que el mensaje logra causar rabia, impotencia,
fastidio, odio, violencia, los sentimientos que en lo que constituye una
personalidad equilibrada no tienen cabida. De izquierda o de derecha, todos los
que se han hecho con una intelectualidad racional se han configurado dentro de
la premisa o el objetivo de ser coherente, y esa coherencia esta mediada por la
racionalización de lo que se siente y por el manejo de lo que se dice, los
sentimientos bajos de lo humano, sentimientos que construyen a lo humano, son extirpados.
Muestra de ello es el lenguaje que debe usar alguien “culto” un lenguaje
altivo, lleno de conceptos, correcto, o hasta que rime según el nivel educativo
del mamerto, tal y como lo hago yo mediocremente ahora, pues es el uso del
lenguaje, y la supuesta coherencia de ideas, la que nos da el disfraz de que
somos esa coherencia, y que lo que sentimos no nos controla “No estoy de
acuerdo con lo que manifiesta, pero moriría para que lo expresara” diría Voltaire
citado a la malditasea. El troll sin embargo no actuaria bajo esa fórmula
racionalista sino que lo haría bajo la norma de la virulencia que le viene de
sus viseras, sin importar si tiene o no los argumentos, y si los tiene los
escupe.
¿Incita a la violencia? ¿Es correcto
hacerlo? Para responder se deberá decir que si el troll acude a la grosería
limpia, a la retahíla a modo de alegato de mamá histérica o de atracador en
oficio, a lo cual tendría derecho en su ilusión de libertad de expresión, no haría
más que provocar el que sea ignorado. Pero si el troll acude al sarcasmo, a la crítica
insisiva, al humor y la caricatura, lograra su principal objetivo, y a donde
quiero ir en este mal obrado escrito, el objetivo de llamar la atención no
sobre el sino sobre la incoherencia de los mensajes contra los que atenta, porque
el troll hace atentados, no con dinamita o papas bomba y cobardes capuchas,
sino con el lenguaje y desde el lenguaje y es en ese terreno donde su dinamita
puede hacer temblar edificios que están configurados en la fantasía de lo
razonable, de lo coherente.
Un buen ejemplo de troll es, por decir
algo, un Fernando Vallejo, que rompe con la tiranira del consneso, aquella tiranía
que dice que uno debe debatir con argumentos estructurados, que uno habla y el
otro responde y que al final todos debemos tolerarnos, aunque nadie lo haga,
pero piense que si lo hace. Un buen ejemplo es el genial personaje que le hace
la vida a cuadritos a Batman en medio de una horripilante sonrisa, que ejerce
solo como agente del caos (una vez más la idea es hacerlo solo desde el campo
del lenguaje) Estos ejemplares de troll llegan a la genialidad cuando logran
hacer que el que aspira a la coherencia (de forma consiente o inconsciente)
termine igualándose al troll y termina cayendo en la incoherencia, termina
destrozando sus supuestos y mandando a la mierda todo, termina, por ejemplo,
siendo violento, termina rompiendo sus códigos. Por más que uno debatiera con
Vallejo si el debate se extendiera lo suficiente le gritaría en la cara que
solo es un viejito marica que no se aguanta ni el mismo, y así el abría
triunfado. ¿Quién no disfruta de la tunda que le da Batman al Guasón cuando por
fin le pone las manos encima? Lo disfrutamos, y decimos que se lo merece, porque
caímos en el juego del troll, rompimos nuestros filantrópicos y pacíficos
ideales y le queremos meter un golpe al que ensucia mis mensajes con cosas que
son ciertas, al que critica mis videos solo porque son criticables, al que me
cae encima cuando cometo un error, y yo, que creo ser coherente, no me bajo de
mi posición sino que me mantengo más en mi posición, y termino siendo violento
para defenderla, en ese punto me trolearon, me vencieron, me mostraron que no
me narro, sino que alguien me había narrado, que alguien me había usado.
¿Cómo me quito de encima a un troll? Con la
técnica inversa que él me aplica, no caería en la mimesis, simplemente si me
muestran un error, lo aceptaría, y el troll quedaría convertido en una abuelita
consejera y no en una carga de dinamita. Es de saber que quien toma posición en
una confrontación ya de por si esta errado, porque no fue capaz de notar la
complejidad del conflicto (la idea no es mía) quien toma posición cayo en la
ilusión maniquea de los buenos y los malos, y se enroló en el equipo de los
coherentes, el troll le ayudará a cuestionarse su supuesta personalidad
heroica, o le amargara un tuit, un post, o el día, en el mejor de los
casos.