Julio Cesar cruzando el Rubicón. Con este acto se inicia la expansión de Roma hacia el Norte de Italia , para posteriormente cubrir toda Europa. |
La
frase de Freud suena a sentencia “no somos libres”[1], sin embargo el ensayo del
psicoanalista argentino Gabriel Lombardi[2], pretende reivindicar la
libertad, no individual como la propone el liberalismo ingles y hoy en día el neoliberalismo,
sino una libertad que parte desde la naturaleza misma del sujeto, como sujeto
limitado. Lombardi intenta defender su posición desde una revisión de algunos
casos clínicos de Freud, pero sobre todo desde algunos supuestos de Lacan. En
este sentido Lombardi planea responder a la pregunta del como el psicoanálisis
interviene en la lucha entre el determinismo y el libre albedrío.
El
psicoanálisis, si es mirado como disciplina estructuralista, se lee como si
planteara una macroestructura de constantes que definirían, e incluso
manipularían, a los humanos, desde su nivel particular hasta su nivel social,
sin embargo Lombardi nos recuerda que todo este supuesto parte de una decisión
personal de cada sujeto, decisión personal que se materializa en la toma de
elecciones según ciertas opciones que afectan su vida anímica y material. En
este sentido Lombardi asegura que hay dos reales;
uno, un real irremediable, y el otro, uno que parte del acto de elegir. En
este último se concentra el autor en mención.
Para
seguir este acto de elegir el autor se remonta a las primeras definiciones de libre
albedrio, por lo menos en la tradición occidental. Desde Aristóteles, como
filosofo por excelencia de las primeras escuelas filosóficas cristianas, se
sostiene el libre albedrio como una opción final que tiene el hombre de decidir
entre lo divino y lo mundano, entre la virtud y el pecado, sin embargo el
problema radica en si lo humano está predeterminado al pecado o si dicha
decisión parte de una autodeterminación. Quienes argumentaron que el pecado no
era heredado, por lo cual una intervención divina era innecesaria, fueron
acusados de herejía, como es el caso de Pelagio, es decir que el pansemiento
cristiano primitivo considera lo humano como destinado al pecado, este problema
de concupicencia será retomado por Lutero, quien verá la redención humana por
encima del pecado como solo realizable por Dios, lo que anularía cualquier
opción de decisión humana frente a su comportamiento.
Pero
volviendo a los primeros cinco siglos del cristianismo Lombardi cita a Anicio
Boecio, quien saldó el problema con una posible paradoja, en cuanto que las
cosas marcha correctamente hasta que el hombre opta, o decide, el pecado, y
agrega que el saber de Dios es limitado solo por la acción del humano, o es eso
o es Dios el autor del pecado. Sobre esta doble expresión paradójica y mutuamente excluyente, Lombardi, inserta lo
que será su principal argumento, y es que cualquier referencia a la
autodeterminación toca y afecta la estructura del Otro, en este caso del Otro
divino. Esto también permitiría remitirnos a otro de los grandes doctores de la
iglesia, San Anselmo de Canterbury, quien también evidencia la paradoja y la
relación entre la decisión y la falla del Otro:
“No pienso que la libertad de albedrio sea el poder de pecar y de no pecar, pues si esta fuese su definición, ni Dios ni los ángeles, quienes no están en capacidad de pecar, tendrían libre albedrio, lo que es impío decir”[3]
Si sumamos esto al argumento de Boecio tendríamos
que la determinación del humano limitaría el poder de Dios o incluso lo
cuestionaría, entendiendo a Dios como al Otro podemos acercarnos más a los
argumentos analíticos de lo humano y alejarnos de la teología. En este orden de
ideas el método del psicoanálisis, la libertad asociativa, tiene su base en la
relación de alienación y separación con el otro, entendiendo que el humano no
se desarrolla como una isla, o como un planeta, alejado del otro, sino que
depende de la interacción con él.
Volviendo
a Lomardi; esta relación, y posible separación, se realiza desde el ser que es
pensado por el psicoanálisis como ser hablante (Parlêtre)
más que como ser pensante o razonable (Cogito),
el cual, desde esta capacidad hablante, está en modos de decidir, sin embargo
al no hacerlo entra en estado neurótico. Según Lombardi, cuando el neurótico restringe
la libertad asociativa entra en la repetición compulsiva, y es en este estado
cíclico del paciente donde el analista se sumerge.
Tomando
al sujeto como ser hablante, se inserta otra variante, en la cual se mueve el
psicoanálisis; el tiempo. El psicoanálisis, incluso la psicología, tiene como
deber insertar al paciente en una coordenada temporal, lo cual liberaría al
sujeto de una conciencia de eternidad, de una falta de certeza del tiempo, algo
parecido a la espera atemporal de la muerte, como nos comenta Lombardi. Según
el autor el psicoanálisis introduce una marca en medio del antes y del después,
lo que le revela al sujeto la imposibilidad de remontarse en el tiempo, incluso
se podría hablar de un tiempo objetivo ya pasado, tiempo sobre el que el
paciente debe actuar con propiedad. Aquí el tiempo se toma como algo
irremediable, como algo real, en
el cual la angustia, también situada en esta coordenada de tiempo, es el
preludio del acto, de la toma de una decisión, y como único remedio ante una
repetición que surge como síntoma, y que impediría la total definición de
sujeto por impedir el acto. Es decir
que la superación del síntoma como señal de angustia llevaría al sujeto a la
toma de una decisión sobre su vida, entendida como una coordenada temporal,
entendiendo que el trauma no es algo inherente eternamente a él (una maldición)
sino un evento exacto que lo marco.
Bajo
este supuesto de la capacidad de elección del paciente, Lombardi asegura que
esta cualidad de elección se materializa en lo que él llama “elección del
trauma”[4], y a continuación explica:
Esta elección del trauma se da en el momento en que el sujeto decide callar,
para sostener al Otro, generalmente al Otro que goza conmigo, y que me reduce a
objeto, desde allí surge el síntoma y la patología, la cual no es la causa del
trauma sino la consecuencia, en el caso del Hombre de las ratas, la renuencia a
elegir es la causa de la neurosis, no al revés. Si bien esta afirmación podría
parecer repulsiva, si se le mira desprovista de emociones, podríamos apreciar
que algunos casos aberrante de abuso del otro sobre un sujeto se dan con
complicidad del agredido, por ejemplo el maltrato familiar, Caso arquetípico en
que la mujer no denuncia a su agresor por miedo a que este pague las
consecuencias legales que su violencia le provocaría, es decir, que la mujer,
el sujeto, no denuncia al agresor, el Otro, para sostenerlo.
Este
estado de angustia, o dado el caso de patología, se sostiene o bien en el
autoreproche, o en la ausencia del mismo, es decir que para el autor una
patología se apuntala en la visión que se tenga de uno mismo, y como se justifica
o no lo que sucede. Lombardi explica como por ejemplo la histérica pone la
causa de su estado en el Otro, pero también reconoce, con culpa, que tuvo la
capacidad de elegir, así el autoreproche se reprime. El paranoico por el
contrario no ve su culpabilidad de ninguna manera, por lo cual no cree en el
autoreporche, para él la culpa está completamente en el Otro. Y el obsesivo
sabe completamente que es su culpa, vive en el autoreproche e incluso lo exagera.
Si bien el autoreproche es propuesto como básico para el psicoanálisis, este
autoreproche está relacionado con el Otro, con la opción de si culpabilizo al
otro o si me culpabilizo a mi por gozar del otro. Volviendo al caso de la mujer
maltratada por su esposo; ¿no es recurrente que la mujer vea el maltrato como
falla suya?
Lombardi
vuelve al famoso caso de Freud “El Hombre de las ratas”, desde allí nos muestra
como este sujeto, luego de un hecho en que algo se le es mostrado como
prohibido[5], crea un ilusión, o fantasía,
de una mirada escrutadora del pensamiento por parte de su padre, esta fantasía
lo acompañara en su juventud materializada en su incapacidad de elegir,
repitiendo una sentencia inexistente de su padre[6]. Insiste Lombardi que la
falta de elección no es la consecuencia sino la causa de la neurosis. El
analista busca ayudar al paciente a reconocer el síntoma y encontrar la
elección que causo el síntoma y la patología, partiendo del supuesto que el
paciente conoce cuál fue la causa de todo, cuál fue su decisión o la falta de
ella.
Lombardi
pasa a internarse más en los argumentos de Lacan y agrega que dicha elección
pudo a ver sido forzada, pero sigue siendo una elección. Esto se podría
interpretar como que si la elección debía hacerse, en el caso más extremo,
entre la muerte o el convertirse en objeto de goce del otro, la elección de la
vida, hasta en ese momento extremo es una elección.
Esta elección forzada se sostiene en la
dicotomía de la alienación y la
separación de Lacan, el primer momento es en el que el sujeto ya no
funciona en pos de sus necesidades sino por la implantación de un significante
sobre sí mismo, es decir que funciona para el Otro. La separación, como una
toma de decisión autónoma sobre nuestras propias limitaciones, es parte de
prestar atención al otro, y apreciar como ese otro también tiene un deseo y por
ello una falla, una hiancia. De nuevo al problema marital; si la victima
maltratada advierte de las falencias del otro, que son sus necesidades de estar
con ella, encontrará como el maltratador también tiene unos deseos, unas
necesidades (afectivas, económicas, psicológicas etc.) las cuales ella permite
ser efectivas, en esa falla, la del Otro, la “victima” puede separarse de su
alienación.
De
este modo Lombardi concluye que el la neurosis no responde a unas causas mecánicas
o fisiológicas (como intentaría concluir la psiquiatría), sino que depende de
un ser capaz de decidir su propia neurosis, es decir que la neurosis esta en
medio de la elección que hace el sujeto. El psicoanálisis, continua Lombardi,
tiene su objetivo como método en la “revisión de la elección de la neurosis” en
un sentido de libertad asociativa. Todo esto para no caer en soluciones
“sugestivas, reeducativas, farmacológicas, etc” sino en respuestas que partan
desde el mismo sujeto y su relación con el otro.
Siguiendo
la línea argumentativa de Lombardi, nos podemos remitir a otro texto: En “El Tiempo lógico y el
aserto de certidumbre anticipada, un nuevo sofisma”[7] de
1966, a través de la parábola de los tres reclusos, Lacan plantea la
importancia de varios tiempos para la elección (acto) de un sujeto. Según Lacan
en un principio está el “instante de la mirada”, este tiempo parte de la
condición escópica de donde se saca la primera conclusión, la cual puede ser
herrada. En segunda instancia esta el “tiempo para comprender” en el cual, a través
de la racionalización de sí mismo en relación con los otros se crea un
conocimiento empírico de una situación, es la pregunta sobre el otro y sobre mí
mismo. Por último está “el momento de concluir” en el cual, partiendo de el
conocimiento alcanzado, y debido a la emergencia del actuar del otro sobre mí
mismo, se debe tomar una rápida decisión, una conclusión sin meditación a priori. Es la conclusión que después
se convertirá en retroactividad, donde adquiere sentido el tiempo para
comprender[8] y
donde el sujeto tiene la capacidad de elegir, es el momento en el que la esposa
martirizada, al ver en riesgo su vida o la de sus hijos (emergencia de concluir)
decide demandar, irse de la casa, enfrentar al agresor, etc. Esta elección se
da con el conocimiento, racionalmente apropiado, que el dice que no le
pertenece a su marido, que hay leyes que regulan la violencia intrafamiliar,
que sus amigas no están sometidas a maltrato, que su condición no es natural
etc[9].
Estos tres
tiempos son los que se dan en el análisis, en primera medida hay una observación
poco profunda del paciente en cuanto a su propia condición patológica, tal vez
equivocada, a esta visión, se le añade un sentido de racionalizar, de poner en
palabras entendibles por lo que el sujeto cree haber pasado, es a lo que Lombardi
se refiere cuando habla de poner una marca temporal real en el trasegar del
sujeto. El riesgo principal está en que el paciente se quede cíclicamente en
estos dos primeros tiempos, sin embargo solo desde la decisión propia del
paciente este salta al momento de concluir, realiza un acto liberalizante, que para el texto que
hemos venido examinando, traduce en que el sujeto decide, toma su vida en sus
manos, con todo lo que su vida tiene; su pasado, sus recuerdos, sus relaciones
sociales, su cultura, etc.
Es necesario hacer hincapié en la naturaleza de
esta elección, para lo cual deberíamos preguntarnos: ¿Es el acto o la elección
una revolución? ¿Es el acto la libertad absoluta del sujeto? A todas luces no. Según
lo plantea Lacan los presos de su relato siguen el proceso planteado por el
director de la cárcel, sin violar ninguna regla. Las leyes naturales, tiempo, espacio, incluso
la existencia del otro, lo social, no dejan de existir, no se eliminan ni se
pasan por encima, solo se replantean desde mi
nueva opción, desde mi nueva decisión.
Podríamos
ejemplarizarlo en la historia de Connie, la famosa Lady Chatterley, la
protagonista de la más famosa novela del ingles D. H. Lawrence[10]. Connie, junto con su amante, deben vivir una
relación oculta para no entrar en conflicto con los lineamientos de la
Inglaterra de entre guerras, en gran medida por el extracto bajo del amante de
la aristócrata Connie. La posibilidad, para huir de la muerte social, era la de
escapar Estados Unidos, dejar todo atrás, sin embargo al final de la novela
deciden afrontar el mundo, Connie enfrenta a su esposo y le pide el divorcio
además de contarle toda la verdad, se enfrentan a lo real desde lo real mismo, El amante de Lady Chatterley continua su
vida humilde esperando a su amada y el mundo no cambia pero si es tomado de
manera diferente por los protagonistas, sus destinos dependen de ellos con las
sujeciones que aun les impone la sociedad. Lawrence no nos relata una
revolución (que es lo que todos quisiéramos leer) nos relata una decisión
autodeterminante, un acto.
Connie decide, toma una posición,
para no continuar con su vida aburrida que podría, por medio de la represión,
desembocar en un infierno.
Lombardi
concluye, que si bien Freud planteó que el inconsciente en gran media es el
culpable de los síntomas neuróticos, su teoría también evidenció que los
síntomas, que las patologías que estas atestiguan, no dependen de hechos
simplemente accidentales y que escaparían del alcance del humano, sino que por
el contrario se plantearía, desde Freud y en mayor medida desde los desarrollos
de Lacan, que el sujeto tiene la capacidad de elección.
¿Qué
posición tiene la sociedad actual sobre la libertad de elección? ¿se aplica
este concepto de elección que el psicoanálisis a desarrollado? Al observar con
atención pareciera haber una falla en la concepción actual de libertad, o de
libre albedrio, en cuanto a que está planteada como una libertad absoluta, en
todos los aspectos.
La
libertad como variante histórica se ha desarrollado desde diversos órdenes,
pero en general es un discurso que se ha elaborado desde la ilustración hasta
nuestros días, y ha estado cada vez más ligada al capitalismo en cuanto a que
se combino con las ideas del capitalismo, o del liberalismo económico. Tiempo
antes de la Ilustración la iglesia, es decir Dios, era quien determinaba hasta
donde iba el sujeto, que debía hacer, como, cuando y donde. A la caída de la
iglesia como único referente de verdad se levanto el nacionalismo como
referente del sujeto, era la nacionalidad la que dictaba el comportamiento, e
incluso las elecciones de quien se suscribía bajo esa nacionalidad, sin embargo
en lo que se ha nombrado como posmodernidad,
el sujeto ha abandonado cualquier noción de referente que lo defina, hacia
nuestros días el sujeto se autodetermina[11], ¿esta autoderminación
del sujeto se puede entender como la libertad final del sujeto?, Dufour, en el
libro ya citado, parece estar opuesto a dicha idea, ya que la democracia se ha
convertido en una real confusión en cuanto a que ha dejado a lo humano sin
referente más que si mismo, es el panorama apocalíptico que nos plantea el posmodernismo, el trillado final de los
relatos. Sin embargo hay algo que se podría proponer como determinador de los
comportamientos de los sujetos; El Mercado.
Adam
Smith, en La Riqueza de las Naciones, mostro como la economía se movía según
una mano invisible, aunque en un comienzo se propuso que era Dios el dueño de
dicha mano, la verdad es que el mercado, incluso de Dios liberado, se
convirtió, entrando el siglo XX, en un monstruo completamente independiente de
cualquier gobierno. Incluso con los procesos de globalización el mercado quedo
excluido de la nacionalidad, hoy vemos como la Unión Europea por más asambleas
que tenga no logra controlar el mercado. Esta libertad del mercado como quimera
se sostiene en el consumo desenfrenado de la población. Para estimular el
consumo, a comienzos del siglo XX, se creo todo un mundo de ideales a los
cuales las personas debían aspirar, y sobre los cuales debería moverse la
sociedad. Estos ideales impulsan a los
sujetos a que para ser alcanzados deben poseer unos artículos que los acreditan
para lograr dicho ideal que se promociona en los medios.
Esta
libertad que se plantea a través de este proceso no prevé la toma de decisiones
autónomas por parte de los sujetos en cuanto a su vida refiere, sino que ha
planteado otro tipo de alienación con otro ¿Quién es eso Otro? El Mercado, el
cual a través de la moda, de la necesidad de adelanto tecnológico, de la
necesidad de estatus por propiedad y por consumo, determina como debe el sujeto
comportarse.
Como
vimos con Lombardi la definición de la falla de otro, ya fuera Dios, o otro
humano (semejante) se podría llegar a lograr. Este otro seria el que me
determinaría, el que gozaría conmigo, el que me convertiría en un objeto para
su placer. Para salir de dicho ciclo yo tomaría la determinación desde mi
conocimiento propio y el conocimiento del Otro y de sus fallas, sin embargo con
algo tan etéreo como el Mercado el conocimiento del Otro, o de las fallas o
necesidades del mismo es casi nulo. ¿Quién puede liberarse completamente del
mercado? Si bien algunos movimientos intentan hacerlo, la verdad es que
parecería ser casi imposible.
[1]
Freud, Sigmund. Psicopatología de la vida cotidiana.
Obras Completas. Ediciones Amorrortu. Buenos Aires. 2006.
[2]
Lombardi, Gabriel. Predeterminación y libertad electiva.
En: El sujeto contemporáneo, una perspectiva analítica –filosófica. Editorial
Universidad de Antioquia. Instituto Filosófico, Medellín. 2009.
[3]
San Anselmo de Canterbury. Sobre el Libre albedrio. Capítulo
I, 489, C. (444) Uniandes, 2007. p.127.
[4]
Lomardi. Op, cit. p. 16
[5] Según el relato de Freud, el paciente había tenido un encuentro
erotico con su niñera, la cual le había dejado acceder visual y táctilmente a
su cuerpo con la condición de guardad secreto sobre ello. Freud, Sigmund. A
propósito de un caso de neurosis obsesiva, El caso del Hombre de las Ratas
(1909). En: Obras Completas Vol. X. Amorrortu Editores. Buenos Aires 2006.
[6] El Hombre de las Ratas es incapaz de elegir entre una mujer rica no
amada o pobre pero amada, decisión a la que se había enfrentado el padre, quien
había optado por la mujer pobre que amaba, onviamente con consecuencias
sociales. Esto, sumado a la necesidad de evitar que el padre se enterará de sus
exploraciones libidinosas con su niñera dan por resultado la neurosis del
sujeto, que no es otra cosa que su falta de decisión sobre su vida anímica.
[7]
Lacan, J. El Tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada, un nuevo
sofisma (1966). En: Escritos I. Editorial Siglo XXI. México. 2005. pp.187- 203.
[8]
Gómez Lozano, Luisa Fernanda. Del acertijo que plantea el
enlace entra la libertad y el acto. En: Desde el Jardín de Freud. Escuela de Psicoanálisis,
Facultad de Ciencias Humanas. Universidad Nacional de Colombia. No. 9. Bogotá
2009. pp. 61-71.
[9] Si bien este hipotético caso de la mujer maltratada se propone de
manera facilista, es necesario aclarar que este tipo de reacción de libre
albedrio se daría a través de un camino tedioso en el cual la mujer maltratada
encontraría el por que de su necesidad de ser maltratada, y es bastante
probable que dicho proceso necesariamente estuviese acompañado por un
especialista.
[10]
Lawrence, D.H. El Amante de Lady Chatterley. Traducción al español: A. Boch.
Planeta. Barcelona. 1981.
[11] Dufour, D R. Locura y Democracia, ensayo sobre
la forma unaria. 1996. Fondo de Cultura Económica. México, 2002.
Bibliografía
· Dufour, D R. Locura y Democracia, ensayo sobre la forma unaria. 1996. Fondo de Cultura Económica. México, 2002.
· Freud, Sigmund. A propósito de un caso de neurosis obsesiva, El caso del Hombre de las Ratas (1909). En: Obras Completas Vol. X. Amorrortu Editores. Buenos Aires 2006.
· ____________. Psicopatología de la vida cotidiana. Obras Completas, Ediciones Amorrortu. Buenos Aires. 2006.
· Gómez Lozano, Luisa Fernanda. Del acertijo que plantea el enlace entra la libertad y el acto. En: Desde el Jardín de Freud. Escuela de Psicoanálisis, Facultad de Ciencias Humanas. Universidad Nacional de Colombia. No. 9. Bogotá 2009. pp. 61-71.
· Lacan, J. El Tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada, un nuevo sofisma (1966). En: Escritos I. Editorial Siglo XXI. México. 2005. pp.187- 203.
· Lawrence, D.H. El Amante de Lady Chatterley. Traducción al español: A. Boch. Planeta. Barcelona. 1981.
· Lombardi, Gabriel. Predeterminación y libertad electiva. En: El sujeto contemporáneo, una perspectiva analítica –filosófica. Editorial Universidad de Antioquia. Instituto Filosófico, Medellín. 2009.
· San Anselmo de Canterbury. Sobre el Libre albedrio. Capítulo I, 489, C. (444) Uniandes, 2007. p.127.
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