ÜEmmanuel Sieyés. ¿Qué
es el Tercer Estado? Ensayo sobre los privilegios. Traducción: D. Bas. Título
Original: Qu’est-ce que les tiers état? (1789), Edición en castellano: 1989.
Editorial Oikos-tau S. A. Barcelona.
Emmanuel
Joseph Sieyés (1748 -1836) fue tal
vez una de las personas más influyentes de su tiempo, y estuvo vinculado
fuertemente con los cambios políticos de su época. Fuertemente influenciado por
las ideas de Locke, las cuales aplico a las inmovibles ideas de Hobbes. Fue
sacerdote, logrando ser canciller de la diócesis de Chartres. Fue uno de los
redactores del llamado “Juramento de la Pelota” y de la Declaración de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano. Fue activo en la Asamblea Constituyente.
Estuvo fuertemente involucrado en los hechos más relevantes de la política
francesa hasta la restauración, en la cual fue expulsado por haber apoyado la
decapitación de Luis XVI. Regreso a Francia luego de la Revolución de 1830.
En el presente volumen, que se ha calificado como de
carácter panfletario, Sieyés plantea un fuerte cuestionamiento a la realidad
política de su país por medio de dos ensayos que no están disgregados sino que
por el contrario le apuntan a la reivindicación de este Tercer Estado de manera
coherente, Estado que no es otra cosa que el pueblo esterilizado de cualquier
desigualdad, la cual es por medio de los privilegiados, a los cuales Sieyés ve
como incoherentes con el Tercer Estado y por ende con la idea de Nación.
Para fundamentar todo esto Sieyés le da a la ley el
papel de pilar fundamental, es decir que todo parte de ella, ya que es esta la
que garantiza la libertad y la propiedad, dos valores fundamentales para esta
nueva mentalidad ilustrada y revolucionaria. La ley no viene sin embargo de
construcciones históricas, sino que nace de la ley madre “no perjudicar al
prójimo” es decir que la ley es algo natural, y por ello la libertad también es
anterior a cualquier sociedad. Ante esta construcción natural esta lo que
podríamos signar como anti-natural (ya
que va en contravención de la ley madre y de la libertad) que es los
privilegios.
Los privilegios, según Sieyés, dan espacio para dañar
al prójimo en razón de las comodidades que ostentan los privilegiados, este
prójimo no es otro que el pueblo que debería ser lo primero. Este detrimento es
contrario a la idea de Estado, ya que para Sieyés, el Estado no pude ser
injusto, es decir que los privilegios son contrarios al Estado mismo. Es además
el privilegio algo contrario a la razón, es decir, contrario a las idea que
tenia la ilustración del como asimilar el mundo.
En medio de estos razonamientos el autor empieza a
insertar sus soluciones a estas problemáticas, en el caso de los puestos
públicos sustenta que estos se deben pagar con salarios y deben ser según la
meritocracia, lo cual no pasa con los privilegios, que se han establecido para recomenzar
a quienes dirigen material o espiritualmente al pueblo. El autor argumenta que
la única recompensa que deben recibir es el sentimiento de servicio a la
patria, este sentimiento fluye con naturalidad y viene de ese mismo ente
natural que es la nación, ligado íntimamente a la estima que otorga el pueblo,
parte primigenia de la nación. Como vemos todos estos aspectos, en este ensayo,
tienen carácter natural y ha sido el mal manejo de los privilegiados los que
han truncado el flujo correcto de lo social hacia la mejor expresión de la
nación.
Este camino truncado, consecuencia de los privilegios honoríficos,
se expresa en una especie de adefesio de nación dentro de la nación, siendo
esta pequeña nación una burocracia que solo propugna por sus intereses, dejando
por fuera al Tercer Estado (pueblo). Este Tercer Estado es incluso discriminado
pese a que es la parte vital de la nación. Todo este esquema de privilegios no
hace más que ir en contra de la nación misma, idea que en la segunda parte,
sobre el Tercer Estado, entra a definir de manera más precisa.
En el ensayo propiamente dicho sobre el Tercer Estado,
Sieyés, busca consolidar tres premisas; que el Tercer Estado es todo, que hasta
ahora no ha sido nada y que busca llegar a ser algo. En este orden de ideas se
define la nación como “un cuerpo de asociados que viven bajo una ley común y
están representados por la misma legislatura” (p.66), es decir que la nación
engloba a todos los habitantes que están en igualdad de condiciones bajo la
ley, con lo cual los privilegiados tiene como opción dejar de lado sus
privilegios o excluirse, Sieyés se inclina por la segunda opción debido a la
poca capacidad que tendría, por ejemplo, la nobleza para renunciar a todas sus
ventajas no merecidas y a su ley propia, ley que no es la ley general que
representa a los asociados en la nación.
Más adelante radicaliza aun más el concepto de nación,
limitándolo solamente al Tercer Estado, el cual engloba lo que pertenece a la
nación, siendo lo ajeno al Tercer Estado ajeno a la nación (p.67), es esta tal
vez su principal tesis, la de mostrar el Tercer Estado, el pueblo en igualdad
de condiciones bajo la ley, como el componente total de la nación. Dejando así
a los nobles fuera de la nación, por considerarlos en función de si mismos
“imperium in imperio”, lo que deja a cualquier privilegio como contrario a la
idea de nación.
Sieyés también se opone a la idea del Estado como lo
plateaba Hobbes, ya que según Sieyés Francia siempre ha sido gobernado por la
nobleza, dejando al Rey en un papel secundario, tras lo cual esta nobleza se ha
dedicado a construir una burocracia que solo los beneficia a ellos y que se
autentifica en sí misma como descendencia de conquistadores, argumento que
Sieyés despedaza. En este gobierno de la nobleza privilegiada
injustificadamente se ha rebajado al Tercer Estado a nada, lo que concierne a
que la parte fundamental de la nación esta opacada, y casi que anulada, por lo
que la nobleza se convierte en una anti-nación.
Para recuperar el estatuto que el pueblo merece,
Sieyés, muestra los reclamos del mismo, reclamos que se resumen en una
representación democrática cuantitativa y no cualitativa (por cabeza no por
orden), se empieza así a plantear un principio vital de nuestras democracias y
es que la mayoría tiene la razón. Incluso se plantea que el Tercer Estado, por
ser mucho mayor en cantidad al clero o la nobleza, se autentifica. Este Tercer
Estado excluye cualquier privilegio y exige una representación según el
territorio en relación con las nuevas regiones anexadas (p.77).
Para que este Tercer Estado llegue a ser algo, y si es
posible todo, la nación debe funcionar en su totalidad según la ley. Así, por
ejemplo, la tributación debe hacerse conforme a la ley y no por caridad, esto
partiendo de principios de igualdad. Una vez más, como la nobleza no es
compatible con la igualdad no es compatible con la nación, por ello mismo la
idea de parlamentos bicamerales es abolida, por el riesgo que los privilegiados
sigan imponiéndose sobre los comunes (Tercer Estado).
La nación, dice Sieyés, es en cuanto a que es libre y
esta direccionada, no regida, por una constitución que es hecha por la nación
misma, es decir el pueblo. Sin embargo esta constitución no está por encima de
la nación, ya que la nación existe antes que nada y ella dirige todo (pp.
105-106). Esta temporalidad de la idea de nación se remite hasta la primer asociación
de individuos aislados, esta asociación, que ya es una nación, por acción de voluntad
común confía el poder a algunos de estos individuos, para luego pasar a una
“época” en la que el poder es representativo. Estas son las épocas según las
cuales las formaciones de sociedades evolucionan desde la base de la nación,
que esta antes que todo. Recordemos que esta idea de evolución también es
propia de la ilustración, para este caso lo humano evoluciona hacia las mejores
formas de gobierno posibles, aquellas que lleven mejor representada y
encapsulada la voluntad común, la voluntad del Tercer Estado.
Es vital señalar una y otra vez que Sieyés ve a la
nación como existente antes de todo, no como una construcción histórica, y de
ella nace todo, esta nación es siempre legal y fundamentada en la ley, dejando
solo por encima de ella el derecho natural. Todo este esquema, en Sieyés, cobra
un aire de coherencia casi divina, coherencia que muestra el sistema político
igualitario y legal como el pináculo de la historia humana, por ser este
sistema el que mejor expresa la voluntad del Tercer Estado, es decir del
pueblo. La nación, como ya se dijo, no está sujeta a la constitución, sino que
es el gobierno el que está sujeto a ella. Esta constitución debe ser generada
por representantes extraordinarios que tendrán el poder que la nación, que poco
a poco se vuelve sinónimo de pueblo, quiera darles. Estos representantes
extraordinarios, que obtienen su poder parcial por voluntad de la nación, deben
llamar a la nación, a lo que Sieyés pregunta ¿de dónde sacar a la nación?,
contestando de forma concluyente y definitoria para la naturaleza de la nación
misma, la nación se saca de donde ella misma es; de todos los habitantes que
estén en el suelo nacional, que estén inscritos a la territorialidad. Una vez más
la idea es clara; la Nación es y está en el pueblo. La coherencia de todos los
conceptos inunda todo el texto. Todo esto lleva a concluir que el Tercer Estado
es la Nación y esta es la única Asamblea Nacional Posible, así “la voluntad de
una nación es la suma de voluntades individuales como la nación es la suma de
individuos” (p.126) Es decir, que el pueblo o el Tercer Estado, siendo solo él
la nación, es el único que puede levantarse, a través de unos representantes
extraordinarios, para redactar una constitución que cree el marco legal en el
que funcionara la nación; el pueblo mismo.
Este último párrafo muestra algo que para mí es
bastante llamativo y es la gran coherencia que estos individuos crearon a través
de sus conceptos, de manera que toda esta construcción termina por ser casi que
irrefutable. Para el caso de Sieyés los postulados son alineados de forma tan
precisa que todo el argumento es terriblemente solido; ¿Quien, después de
leerlo, podría pensar en la convivencia de los tres órdenes? ¿Quien podría
refutar la exclusión de los privilegiados de la nación? Obviamente estos
sujetos estaban construyendo verdades que sustentaran todo un proyecto de
nación y de sociedad, y para ello tenían que mostrar la inmovilidad y
atemporalidad de la nación, la cual se muestra como una construcción natural y
que termina por ser el pueblo mismo, la democracia, en todo el significado de
la palabra se sustenta en esta idea, junto con las herramientas primigenias
para sustentarla y mantenerla. Por lo menos teóricamente el modelo estaba
montado, faltaría ver como se desarrollaría en la praxis, donde las ideas
generalmente se quedan cortas.