Por avatares de la vida terminó un historiador, yo, metido
en auditorio presenciando un performance,
el cual era el cenit de un trabajo de grado de una naciente artista plástica de
la Universidad Nacional. Mientras presenciaba el resultado de un supuesto arduo
trabajo académico me mentalizaba a escribir lo que por mi cabeza pasaba, cuestionándome
en todo momento si tenía algún tipo de autoridad para opinar sobre las artes plásticas
en estas épocas, materia que cada vez más se hace para ultra-eruditos. Por fin
resolví que mi autoridad me la daba mi propia esencia humana sensible, y que
desde mi “subjetividad” propia podía juzgar este “laboratorio de Subjetividades”,
como se llamaba dicho proyecto de grado.
El performance
constaba de varios momentos, el primero de ellos tenía como protagonistas a
unos jóvenes que caminaban, o corrían, por los distintos espacios del Claustro
de San Agustín[1],
descalzos y con sus ojos vendados mientras otros compañeros andaban junto con
ellos obstruyéndoles su libre andar. En este confuso camino los jóvenes terminaron
en el primer piso del Claustro, en el patio central del mismo, el cual esta
tapizado por un corto prado, allí se movieron mas violentamente. Luego de la
nada todos estaban atrapados en una tela violeta que en forma circular, esta
los reunía en un radio de unos cuantos metros, los cuerpos chocaban contra la
tela, se dejaban caer en conjunto y luchaban vendados contra una tela que se movía
según la tensión de quienes dentro de ella la tensionaban hasta el extremo.
Todo se detuvo y se calmo, los jóvenes, dentro de los que se encontraba la
aspirante a titulo de artista se distribuyeron por el patio y empezaron a despojarse
ceremoniosamente de sus ropas, mientras las dejaban ordenadas como su propia
humanidad en el suelo, al parecer al azar. Todos; unas tres chicas y cuatro
chicos, quedaron en ropas intimas, así subieron a la segunda planta de forma
irregular, mientras palmoteaban sus piernas o hacían chocar fuertemente sus
pies contra la fría madera del suelo, la joven líder del proyecto los dirigía en
silencio con su brazo, todos de forma desordenada fueron corriendo, frenando,
caminando o resbalando al auditorio, todo esto en un profundo silencio que mantenía
a unas cien personas expectantes. Luego, en el auditorio, los jóvenes en
parejas se metían en los nichos de los muros, los cuales estaban coronados por
una pequeña luz, y allí se movían con espejos en sus manos, mientras otros los
alumbraban curiosamente con algunos reflectores. La gente empezó a entrar al
auditorio y se distribuyo según su parecer por el lugar. Los cuerpos
semidesnudos emitían sonidos aleatorios, carraspeos, palmadas, silbidos, o
notas graves, levantaban su mano, se comunicaban entre ellos, cada uno se
apropiaba de un personaje e intentaban interactuar con el público. Se
recostaban, se acariciaban, se desordenaban el cabello mutuamente, apagaban y prendían
la luz, caminaban de uno a otro nicho, mientras las cámaras fotográficas los
capturaban insistentemente. Por último, la cabeza del performance, se dejo caer suavemente al suelo, y pesadamente fue
llevada por sus compañeros hasta uno de los nichos que estaba forrado en plástico
transparente, allí una de sus colaboradoras la lleno de miel. Hasta ese punto
el aburrimiento me permitió estar, ya había escuchado algo sobre la miel así
que pensé que el acto estaba consumado y que podía retirarme, lo cual hice. No sé
si posterior a ello se haya procedido a explicar de que trataba todo, si fue así
me alegra no haberlo escuchado, como decía, quería partir de mi subjetividad y
de mi falta de erudición en el tema.
El artista plástico en nuestra hoy por hoy es visto como un ser
de la más alta sociedad, de esos que se codean con Gloria Zea, Manzur o el
difunto Zalamea, de aquellos grandes intelectuales que construyeron la escuela
colombiana, de los Traba, los Villamizar, etc. Sin embargo no siempre fue así,
ese culto personal y social a un artista era más bien inexistente, y estos
estaban relegados a ser simples artesanos que por x o y habilidad desempeñaban
un papel útil en la comunidad. Este papel tenia diversos intereses, ya fuera el
de catequizas a través de la recreación de citas bíblicas o de santos, o la de
realzar el poder político reinante, hay que ver los cuadros que dedico Ingres a
mostrar la irreal altura de Napoleón, y todo el rosario de retratos de reyes
que aparecen cada vez que buscamos uno de estos en internet, siempre el fin era
comunicar. Sin embargo el papel de los artistas, o su aspiración más profunda tenía
como fin la belleza, una belleza que al parecer, por lo menos hasta hace unas décadas,
parecía ser objetiva. Sin embargo no era de ninguna manera un concepto uniforme
de belleza, hay que ver las grandes diferencias en la belleza que suscita Rubens
a la que despierta Giotto, pero sea como fuere se podía hablar de un conecto
objetivo de belleza de dentro de un amplio espectro geográfico, temporal y humano.
Ahora bien, con la entrada del siglo XX, las sublimes pinturas de los románticos
fueron poco a poco quedando de lado, y empezó a brillar cada vez más un
conjunto de artistas que se guiaban según su personalidad, a lo que siguió que
el brillo estaba en el estilo que cada artista desarrollaba por sí mismo. La
obra perdía relevancia y el artista era quien ganaba toda atención, al ser este
quien desde si mismo proponía como debía ser la lectura de lo que el mismo
hacia.
Este proceso no es solamente artístico, este proceso era
humano, y fue el modo que el mundo encontró para concebirse a sí mismo; un
modelo individualista. Cada vez mas todo lo que hacia el humano empezaba y
terminaba en el. Todo esto nacía desde la revolución más grande de la
humanidad, la Ilustración, que planteaba, junto con el liberalismo económico,
la imperiosa necesidad de pensarse a sí mismo como individuo, no como
comunidad. El arte, que muchas veces se ha situado como la punta de lanza del
pensamiento humano, no era más que el reflejo de los cambios intelectuales, económicos
y sociales, que el mundo vivía.
Sin embargo aun faltaba trecho para una verdadera
individualidad, los nacionalismos laicos que se habían forjado posterior a la Revolución
Francesa fundamentaban la concepción de cómo los seres se veían a sí mismos,
estos nacionalismos hacia que todo lo que se hiciera fuera en pos de la patria,
la cual se le veneraba y se le debía sustentar material e ideológicamente.
Incluso el arte se fundamentaba en fines políticos, los constructivistas
arrancaban de ceros el artes ruso para separarse de la occidentalización que había
impuesto Pedro el Grande y así construir un carácter propio, la escuela de la Bauhaus
producía en masa a fin de llevar el arte al pueblo y así democratizarlo con lo
cual cumplía los ideales demócratas de la Republica de Weimar. Incluso en
Colombia, los llamados Bachues, por mitad de siglo, recreaban paisajes autóctonos,
mujeres voluptuosas con rasgos indígenas, o grandes monumentos que homenajean lanceros
en bronce cabalgando hacia el sol para elevar por el aire los sentimientos
nacionales, ni que hablar de la profunda fe de Rivera y su señora en la revolución
mexicana y lo que creían ellos que significaba. El arte, con tácticas cada vez más
innovadoras, seguía teniendo un fin, una utilidad, ya fuera para autentificar o
para cuestionar lo social, lo político o lo económico, incluso lo cultural,
para casos como el Pop Art, un fin a través de comunicar.
Sin embargo, una vez terminada la guerra, y metido el mundo
de cabeza en un conflicto que no parecía tal pero que existía, que a buen
recaudo los historiadores llamaron Guerra Fría, la mentalidad empezó a cambiar,
y no por un nuevo direccionamiento, sino por la ausencia de tal. La filosofía ya
desde hace tiempo se había dedicado a preguntar que él era el ser, y por ultimo
estaba refugiada en que decía el ser, la antropología prescindía cada vez mas
del análisis y dejaba que los hechos hablaran por si solos, dejando al
investigador como mero descriptor, el derecho en Estados Unidos cuestionaba los
intereses que estaba involucrados en la redacción de la constitución, biblia de
la Democracia modelo occidental, Foucault destrozaba cualquier pretensión de
moral totalizarte y mostraba como el mundo está hecho por relaciones de poder a
nivel micro que era lo que verdaderamente mantenía la cohesión social. Todos
los parámetros bajo los que occidente se había fundado caían, pero la debacle
vino al final de los 80, cuando el oriente de Europa, y el mundo en general, se
estremecían con la caída de la URSS, y junto con ella el sistema de supuestos
del marxismo real, vale la pena decir que junto con el se caían todos los
sistemas de oposición que bajo los lineamentos del socialismo se sustentaban en
varios países europeos y americanos. Todo estaba perdido, ya no habían verdades,
fue lo que Lyotard bautizó como el fin de los relatos, ni Dios, ni la Nación,
ni el Rey, ni el Imperio, ni nada le decía al hombre para donde ir, ya no había
una causa en la cual empeñar el esfuerzo de una vida, solo la economía capitalista
reinaba, pero esta se sustenta en el egoísmo y en la competencia individual,
cada quien trabajaba para su familia y para sí mismo, para comprar la felicidad
que los medios le vendían. El arte también se quedo sin causas para defender, así
como el hombre mismo ya no defiende nada que no sea su trabajo, su casa, y su
televisor. Todo ese camino para llegar a
la individualidad que me reflejaba esta artista, individualidad subjetiva.
Lo subjetivo se opone a lo objetivo, y lo subjetivo parte
desde las características propias de mi concepción de mundo, desde la forma en
que lo aprehendo, y si todo el performance
se denominaba laboratorio de este tipo de conceptos, se supone que partía desde
la concepción que la artista tenia del mundo, de cómo ella a través de su
cuerpo nos “comunicaba”, si ese verbo aun tiene alguna relevancia en el arte de
nuestros días, él como ella ve su mundo, su intimidad, sus relaciones
personales e incluso a sí misma, y aunque ella solo en la mitad de todo figuró como
protagonista, es natural que ella es quien lo protagonizaba, y tal vez lo incomodo
de todo este asunto es eso, que todo lo embarga ella, que todo gira en torno a
la subjetividad de quien plantea la obra, y que quien la mira queda excluido de
cualquier conclusión propia, ya que todo debe estar sujeto a la sensibilidad de
la artista. ¿Qué queda para el
espectador? para mi caso, neófito en todo, me deja bastante confusión entre
otras cosas. En primer lugar, con mi mentalidad básica, busco en el arte la
belleza, la cual no quisiera considerar como subjetiva, y es verdad que en este
tipo de actos se encuentra, ¿Cómo?, en el cuerpo humano.
Al mirar de nuevo atrás en la historia del arte el cuerpo
humano ha sido una buena fuente de belleza, insisto con Ingres, Botichelli,
Bellini o Tiziano, y bien que aquí encontramos esa belleza del cuerpo, sin
embargo hay que repensar si no se ha vuelto un recurso facilista, en especial
en cuanto a expresión corporal se refiere, la necesidad recurrente de desnudarlos,
y más que del desnudo en si la desnudes propia del artista, casi como único elemento
que remite a la intimidad de la misma, intimidad que siempre aparece como
protagonista en es especial en las tesis de grado de artistas plásticos de la
Universidad Nacional, por lo menos hasta donde he visto. Ahora bien, la
formación que he logrado tener me lleva a buscar leer algo en lo que veo,
buscar algún sistema simbólico, lo cual no veo por ningún lado en este muchos
de los nuevos performance, en gran
medida porque si usaran algún tipo de sistema simbólico quedaría atrapados por
la academia a la que me imagino le huyen.
La ausencia de un sistema simbólico, por lo menos en este
acto u obra artística en mención, plantea un gran problema: Según los teóricos
de la Escuela de Chicago, Blumer y Mead, lo humano no está guiado por
regularidades comportamentales, como lo planteaba el behavorismo o el
pragmatismo, es decir que el comportamiento estaba dictado según el estimulo y
la respuesta que este producía, por el contrario el estimulo, que puede ser un símbolo,
interactúa con lo que el sujeto ya tiene metido en su cabeza, es decir que las
formas de concebir el mundo y por ende de actuar frente al estar determinadas
por una parte propia, que podríamos llamar subjetiva, y una parte de afuera que
está dada por sistemas simbólicos establecidos. Pero ¿Qué pasa si el arte se despoja
a sí mismo de cualquier símbolo socialmente registrado? ¿Se crearían nuevos
sistemas simbólicos? En mi opinión esto no es posible en cuanto a que los
artistas no están centrados en construirlos sino que pareciera que su objetivo,
si existe, es mostrarse ellos mismos, mostrar que la subjetividad propia es el
arte, lo cual nos arroja irremediablemente a un absoluto relativismo, con su
base en el individualismo ¿Cómo?
Hace ya varias décadas Lacan puso a andar los estancados
conceptos del psicoanálisis, y mostro como lo humano se construye a sí mismo a
partir de un otro, el cual narraba al sujeto y le imponía un significante que
lo configuraba como sujeto en sí, este otro se puede llamar familia o sociedad.
Esta construcción de lo social hacia el sujeto se podría dar, esto ya no lo
dice Lacan, a través de lo simbólico como lenguaje, que tan relevante es para
lo social; banderas, escudos, esculturas, ideales de belleza, instituciones,
etc. Ahora bien ¿Qué pasaría en una sociedad donde los sistemas simbólicos sean
subjetivos e individuales? pasaría que ya no tendríamos ningún tipo de símbolo,
y esto reflejaría que la sociedad ya no tiene un lenguaje común en cuanto a lo simbólico,
lo cual daría que dicho lenguaje se pierda. Si yo estoy en un performance, el cual previa o posteriormente debe ser
explicado con palabras enunciadas o escritas, que no se explica por sí mismo,
me atrevo a formular, según ello, que el arte ya no tiene un sistema simbólico
que me permita como espectador obtener un mensaje que no parta de mi inconexión
con la obra, es decir; este tipo de arte no me comunica nada en cuanto a que no
tiene símbolos que previamente yo haya aprehendido, no trastoca nada, no me
dice nada, no interpreto nada, y por ello cualquier objetivo de la obra se
pierde, en medio de ese absoluto nihilismo solo empiezo a ver la individualidad
de la artista y sí misma, y el orgullo del tutor de tesis que por la palabra y
no por el símbolo, ha entendido todo lo que hizo su pupila, a decir verdad
empiezo a ver egos y no arte.
Ahora bien, se dirá que mi argumentación es netamente
postulatoria, ya que parto de la premisa de que el arte debe tener un objetivo,
y se me juzgara bien porque no le veo sentido al arte por el arte mismo. Un
tipo de arte ausente de sistema simbólico no mueve nada, unos cuerpos moviéndose
aleatoriamente según sus “subjetividades” no deja de evidenciar, para mí, el
nihilismo de lo humano que ya no cree en nada que no sea el mismo sujeto, y que
considera que su mundo es lo único que importa y que su impresión de él debe
ser comunicada sin tener en cuenta visiones más generales. Es el mismo mundo
individual que ha construido la economía y la política, la competencia de los
egos sin ninguna causa que la expresión y la supuesta felicidad de sí mismo, y
en es ese orden de ideas solo veo un arte que lo arrastro el mundo y que ya no está
a la vanguardia del mismo, el arte ya no indica para donde va el mundo sino que
es arrastrado por el, perdido de cualquier capacidad crítica se quedo en la sensación,
como la filosofía se perdió en la enunciación. Es tan chocante todo este asunto
que se me podría decir que yo mismo recurro a la subjetividad al partir de mi percepción,
lo cual no es un contraargumento si no un argumento en sí mismo, que muestra como
este arte se autodestruye en su tiránico relativismo que deja sin piso
cualquier argumento que lo sostenga o que lo ataque.
Se me tildara que soy uno de esos elementos que mira para atrás,
que no deja que el mundo ande y encuentre su propio rumbo, que coarta la
libertad del artistas de explorar en sí mismo y de cuestionar desde su
subjetividad la supuesta objetividad del mundo, pero a decir verdad cuando
acudo al arte espero que me comunique algo medianamente claro, no por discursos
lingüísticos por que esos siempre son validos, sino por lo que mis ojos sin uso
del lenguaje puedan comunicarme y puedan moverme. Insisto en que no soy artista
ni erudito en arte, insisto que por avatares de mi trabajo termine en ese
auditorio meditando.
[1] Sitio donde
se presento la obra artística. El edificio es un Claustro fundado por los
agustinos en el siglo XVII, el cual luego de ser el Batallón Auxiliar en épocas
virreinales y estar casi en ruinas para inicios del siglo XXI, fue recuperado
por la Universidad Nacional, la cual puso en funcionamiento su Sistema de
Patrimonio y Museos en dicha edificación.
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