lolo

25 sept 2011

El ultimo canto del Bardo.

>>Viejo Bardo ¿a quién cantas?

Viejo Bardo ¿Por qué no callas?

Viejo Bardo ¿No notas que nadie te escuchaba?


>>Canto al Sol, canto a la Luna

Canto batallas antiguas de eterna negrura,

Muerte en medio de lodo y sangre,

acero frio y sudor caliente,

estruendos y gritos,

rugidos y gemidos.


>>Viejo Bardo ¿Por qué cantar horrores?

Viejo Bardo ¿por qué no cantas de amores?


>>No canto a amores llanos;

de esos amores hoy ya profanos.

No canto al cinismo de los nuevos humanos.

Canto a amores nacidos del dolor y del llanto,

canto lo sublime del mundo,

lo que el hombre ha perdido tanto.


>>Viejo Bardo ¿Que sentido tiene el llanto?

Viejo Bardo ¿Por que cantar sin ser escuchado?

Viejo bardo, nadie en tus pregones está interesado.


>>No canto a los que no quieren oírme,

no canto a quienes no escuchan mas que su canto,

canto a los que viven mirando el pasado;

la época lejana, el mundo de antaño,

el mundo de valor, esperanza y gloria,

el mundo de la lealtad profunda y no de egoísmo ingrato,

un mundo en que la espada era extensión del brazo.


>>Viejo Bardo, estas son épocas de paz y felicidad

Viejo Bardo, tu canto esta desubicado.

¡Calla ya, Calla Viejo Bardo!


>>La paz que hoy viven los conformados

no es mas que la dominación del miedo consumado,

no es mas que un mundo sin honor, un mundo vano.

No canto al reino del egoísmo profano,

no callare porque callado nunca he estado.

Cante las glorias de los reyes de Arda y Valinor,

las victorias de los Noldor, los Teleri y los Humanos.

Cante sobre Luthien la bella y su temple extraordinario,

sobre el oscuro señor de Angband y su siniestros alados.

Cante sobre Gondolin y la que duerme en el mar olvidado,

sobre la arrogancia de Fëanor, la valentía de Fingolfin y sus hermanos.

Cante sobre el trágico destino de Turin Turambar;

el señor del destino por el destino dominado.

Cante sobre Eärendil y Elwing volando desde el Mar,

sobre sus hijos y su terrible final

Cante sobre los reyes de Númenor,

y sobre su caída por la arrogancia de Ar- Parâzon.

Cante, cante y cante las glorias de mis hermanos,

cante lo que el corazón me había dictado.


>>Viejo Bardo esas son solo fantasías de antaño,

Viejo Bardo todos saben que eso no ha pasado.


>>Te cante esas historias cuando eras un infante,

y no lo hice por engañar tu mente poco brillante.

No eran cuentos lo que te cantaba,

y recuerdo que tu atento escuchabas.

Te cantaba hace mucho cuando aun me respetabas


>>Cantaba lo que viví hace miles de años,

cuando el hombre no era una hiena asustada,

que come carroña de presas robadas.

Cantaba cuando los segundos nacidos vivían por el amor,

y morían con sus labios llenos de gritos de honor.

Hoy te parecen leyendas lejanas, mitos de ancianas,

pero fue la historia que forjo a los padres de tus padres,

lo que hizo a grandes a mis hermanos y hermanas.

Fue el mundo que abandonaste por vanas comodidades,

fue el mundo que por cobarde miedo a tus hijos no nombres.


>>Viejo Bardo duerme tu eterno sueño,

Viejo Bardo yo te enterrare entero;

con tus cantos y leyendas lejanas,

con tus cuentos de glorias pasadas.

Duerme viejo Bardo y deja tus glorias en ti sepultadas.


-ADG-

15 sept 2011

El Sistema del Pajaro de Guido Piccoli (sobre la Violencia Política en Colombia) RESEÑA


ÜPiccoli, Guido. El Sistema del Pájaro, Colombia laboratorio de barbarie. 2003. Traducción: José Martí Pérez B. Editorial Txalaparta. Barcelona 2004.

Guido Piccoli es un periodista y escritor italiano que ha basado sus investigaciones en el conflicto colombiano desde los años 80, en parte debido a su cargo como corresponsal de la prensa italiana, es tal vez uno de los que más conoce la realidad colombiana en su país. Aparte del presente volumen, tal vez el más conocido de Piccoli, está el libro Colombia, il paese dell’ eccesso. En estos libros explora los problemas de privatización y de paramilitarismo que el autor ve como crónicos en el país.

El libro presente, que está destinado a lectores que no entienden el conflicto paramilitar colombiano[1], intenta ver las relaciones entre las fuerzas armadas paraestatales, la privatización y el conflicto armado. Es lo que el autor denomina, como tesis de su libro, Sistema del pájaro, el cual, en el marco de la democracia representativa, se usa como instrumento para lograr la privatización y la monopolización del poder, ya que a cualquier oposición se le aplica este sistema. Como tal el autor recrea un paradójico sistema democrático con su libertad de expresión, de huelga y de organización, pero con una represión estatal que pese a ser apabullante no ha logrado acabar con los brotes de descontento popular que el autor ve materializados en las guerrillas. El foco de visión de Piccoli está en los grupos paramilitares, que remonta hasta los “pájaros” conservadores, los cuales son la punta de lanza de este sistema de represión y privatización, y son quienes dan nombre al libro.

Su metodología es sencillo, cada capítulo abre con una anécdota muy particular que en parte sirve para explicar un proceso que se encierra en dicho capitulo. Así, por ejemplo, el capitulo segundo inicia con una detallada descripción de una espeluznante corrida de toros. De este hecho anecdótico pasa a describir la génesis de la Violencia, la cual termina con ese festín sangriento que se desencadenó, según el autor, después del 9 de abril, festín que es analogía de la corrida sangrienta. En este capítulo Piccoli muestra una violencia continua desde la independencia, pasando por el republicanismo, hasta el siglo XX, esta violencia se debe a la fragmentación de un país que muestra como el más violento de América Latina. Piccoli ve la violencia dividía en dos partes, según las clases, una de elites y otra del pueblo, la segunda es la más virulenta. Esta división es fundamental para el autor que parece tomarla sin ninguna reflexión de los discursos de Gaitán sobre el país político y el país nacional.

Su análisis es cronológico, casi que toma los acontecimientos según el gobierno y los protagonistas de turno; López Pumarejo, Gaitán, Ospina Pérez, Laureano Gómez, etc. Casi como lo haría un manual de historia nacional. Caracteriza las elecciones de 1946 como la consagración de Gaitán y la consagración asimismo de la polarización entre el pueblo y la oligarquía. La victoria de Ospina Pérez para el autor significa la mayor radicalización del ambiente político en especial en 1947. A eso Piccoli le suma las manifestaciones populistas del gaitanismo, así el coctel molotov estalla el 9 de abril, fecha de inicio de la Violencia. A partir de este punto, en el capitulo tres, el autor nos muestra una reorganización de las fuerzas que participan en el conflicto, un ejemplo de ello es las funciones claras de represión estatal que ejerce la policía, y como el “terrorismo de estado” se acrecienta. Algunos pobremente uniformados, llamados chulavitas, mas unos cuantos civiles, conocidos como pájaros, dan inicio a una serie de masacres en una forma de semicruzada alimentada desde la iglesia. Ante esta arremetida unificada del conservatismo se opone, según el autor, una “variopinta” oposición liberal representada en grupos de autodefensa y de guerrilla. Piccoli califica este conflicto de “guerra civil”, que en 1950, mediante el distanciamiento de las guerrillas del liberalismo oficial, adquiere tintes de luchas de clases. El miedo que las dirigencias habían tenido al pueblo ahora tiene nombre; socialismo. A este proceso le sigue la paz ilusoria de Rojas Pinilla y la reactivación del conflicto mientras el dictador, que había sido planeado por los jerarcas liberales y conservadores, se convertía en el populista enemigo de toda la opinión publica. Esta opinión publica, ayudada por la ANDI, hará caer al dictador y creará el Frente Nacional, que Piccoli ve como el triunfo de los “capos” de siempre, con lo que nos deja ver de nuevo su negativa visión de las oficialidades partidistas, muy al estilo Gaitán.

En la ya conocida exclusión del Frente Nacional, y con una anécdota abriendo el capitulo, el autor nos relata el nacimiento de las FARC, que en medio de un ensayo de operaciones militares estadounidenses (Operación LASO) se establece como el paradigma de un nuevo tipo de violencia “tardía” en un escenario mucho más complejo que el que tuvo que vivir Guadalupe Salcedo. Aquí Piccoli muestra como el país ahora está metido a fondo en un conflicto de intereses privatizadores encabezado por el BM, conflicto que así mismo está enmarcado en la Guerra Fría, lo cual traduce en una lucha a ultranza contra el comunismo, es el panorama de la lucha contrainsurgente. La cual usa cualquier medio, aun si la población civil se ve afectada; “guerra psicológica”, “grupos de campesinos honrados”, “autodefensas”, etc. Es la andanada de un proceso de represión estatal y paraestatal que sostiene la tesis de Piccoli, es el sistema del pájaro en operancia. Este sistema conlleva a una democracia sin pueblo, es decir a una democracia sostenida en el supuesto, en el discurso, pero que al final no es tal, lo cual deviene en otra de las tesis del autor: Un sistema democrático que disfraza y encubre a todo un sistema de represión en pos de intereses privados, donde la legalidad autoriza la oposición, la huelga, la libertad de pensamiento, etc., pero donde las practicas paramilitares silencian cualquier voz que esté en contra del status quo.

Por último el autor hace una caracterización de las guerrillas, actores fundamentales de esta guerra contrainsurgente. El ELN encabezado por Camilo Torres, las FARC y su conformismo regionalista y las innovadoras actuaciones del M-19, movimientos que Piccoli ve, no sin cierta admiración en el caso del M-19, como la única salida para el pueblo en medio de la represión oficial, generalizada a partir del Estatuto de Seguridad de Turbay.

El balance del autor es pesimista al final del libro, se ciñe a quienes opinan de manera simplista que la Violencia está arraigada a lo colombiano, que lo atraviesa casi como una estructura, según el autor la guerra esta presente siempre, sea el escenario que sea. Su análisis de los hechos históricos es igualmente simple, se pasea por ellos de manera fácil, sin complicarse en debates historiográficos sobre términos, temporizaciones o categorías de análisis, simplemente los narra tal y como están consensuados en los manuales, de manera descuidada. Vale la pena aclarar que este es un libro para gente no especializada.

El trabajo de fuentes es también ligero, algunas primarias y otras secundarias están cada dos o tres páginas, para no complicarse cita a quienes están aceptados como autoridades casi irrefutables o en dado caso cita una obra literaria que por el hecho de ser literaria pareciera ser poco rebatible por la poca objetividad que pretende, como el caso de García Márquez o Molano.

En resumen es un texto liguero, fácil de leer y que lleva un mensaje claro, que no se enreda en las minucias en las cuales la historiografía de la Violencia se ha empantanado por más de 40 años, tal vez por ello pareciera pecar de simplista, sin embargo cumple con su objetivo de mostrar una continuidad clara de un sistema paraestatal que atraviesa gran parte del la historia de los siglo XX y XXI, y que para el autor hace de Colombia un caso excepcional en cuanto a la violentologia mundial refiere.



[1] Paramiltarismo colombiano bajo una óptica italiana. Ania. Url: http://ania.urcm.net/spip.php?article14922 Consultado: 12 de septiembre de 2011.

13 sept 2011

Iggers y las nuevas tendencias posmodernas (Historiográfico)

Primero abría que aclarar que Iggers no cree en un fin del pensamiento ilustrado en la historiografía, sino que lo visualiza como escarmentado[1], no aniquilado, ante estas nuevas tendencias posmodernas. Lo segundo seria indicar que Iggers pretende asumir una posición “receptiva” aunque “critica”[2] frente a dichas tendencias, en las cuales ve una reorientación de carácter fundamental, ya que dicha reorientación cuestiona premisas antiquísimas (historia describe personas que existieron, tiempo unidireccional, historia por acciones humanas claras, la Historia es hecha por pueblos civilizados, etc.), que se remontan o bien hasta el siglo XIX o incluso hasta Grecia, espacios en que la historia estaba ceñida a la literatura.

Iggers reconoce que estas tendencias no son un desarrollo natural del quehacer científico, y por el contrario, responden a unas causas específicas, algunas coyunturales (I y II Guerras Mundiales, caída de la URSS) y otras que se remontan a la contemporaneidad del nacimiento de la historia como disciplina académica.

Iggers, remontándonos hasta Nietzsche, muestra los cuestionamientos que ya se hacían a finales del XIX a la búsqueda de una verdad absoluta; esta búsqueda, que se sustentaba en una libertad de la subjetividad del autor y llamaba a una separación de la literatura, escrudiñaba tras de estas pretensiones cientificistas pretensiones de poder, como Iggers lo señala en Ranke. Esta crítica al racionalismo ilustrado fue asumida por las derechas europeas de la línea del pesimismo Spengler, la critica sin embargo cayó en descredito por su cercanía a los regímenes totalitarios de la primer mitad del siglo XX. Para los 60 la desconfianza en el raciocinio ilustrado paso a la izquierda, no entendida como el marxismo que pese a tener un sentido crítico aun hablaba de una historia desde el Estado, desde un poder centralizado, y aun continuaba viendo la historia con un sentido claro. La critica desde, por ejemplo, Foucault era mucho más dura ya que mostraba que el poder no se centraba en un Estado central sino en las relaciones cotidianas y en instancias no necesariamente institucionalizadas, este tipo de críticas aleja las explicaciones históricas de unos marcos políticos cada vez mas desacreditados.

Este desencanto con el racionalismo ilustrado se empieza a vincular con una naturaleza dual de la ilustración que mostraba por un lado la igualdad a través del dominio de la naturaleza que conllevó a un dominio de lo humano y la desnaturalización de este. La historiografía intenta mostrar todo lo que el racionalismo ilustrado a dejado por fuera de la historia, todo lo que se había mantenido como naturalmente dominado. Este dominio de la humanidad por la misma humanidad, que desbocó en las catastróficas guerras mundiales y en los regímenes totalitarios, mostró la necesidad de una historiografía desideologizada[3]. Es la despolitización de los historiadores que han visto como la historiografía fue usada para sustentar proyectos contra la humanidad misma y a favor de objetivos estatales aberrantes. Esta pérdida de fe en el racionalismo ilustrado de mitad del siglo XX dejaba aun la puerta abierta al materialismo histórico que se mantenía como explicación de la historia humana, sin embargo el marxismo había caído a la categoría de doctrina con el leninismo y había atado su destino al destino de la URSS. A su caída parecía que la ultima explicación de todo caía también, el aparente triunfo de la clase obrera no había llevado al destino prometido por los marxistas, el capitalismo, cada vez mas apuntalado en el consumismo parecía triunfar, y la historia como ciencia no había podido predecir dicho cambio, lo cual terminó por desencantar a los aun poco encantados que quedaban, los llamados metarelatos caían. Aunque Iggers muestra que precisamente la URSS y la Republica Democrática Alemana cayeron por una renuencia a entrar en la modernidad que proponía el racionalismo ilustrado, pero al parecer esto no se interpretó de esta manera. Como fuera el posmodernismo, entendido como “el fin de todas las modalidades de referencia”[4] parecía ser la única salida.

Viendo una pérdida de fe en la capacidad predictiva de la ciencia lo que conlleva al abandono del estructuralismo, Bejarano en su apocalíptico ensayo para el caso colombiano[5], comparte algunas de las causas que Iggers enuncia: La des-politización de la historiografía; el desencanto generacional de los historiadores[6], el derrumbe de las grandes teorías económicas y el declive del marxismo (lo anterior lo adopta Bejarano de Lawrence Stone)[7]. A esto le suma la des-intelectualización de la economía[8].

Hay que llamar la atención en que la llamada caída de los paradigmas, que aun no se radicalizado en Colombia, guarda estrecha relación con las coyunturas propias del país, así como guardó relación con la situación europea y norteamericana de mitad del siglo XX. A diferencia del primer mundo en Colombia la posguerra fue menos traumática o inexistente, y la Violencia fue una excusa para el crecimiento de las ciencias sociales que intentaron explicar las aberrantes escenas que en los 60 habían salido a la luz, también abría que preguntarse por las falsas esperanzas que despertó la constitución de 1991, y que posiblemente incidieron en un desencanto de las ciencias sociales en nuestro país, pero eso daría para mucha más tinta.

Volviendo a Bejarano, muestra que la principal causa de las nuevas tendencias historiográficas se explica como un extravío del camino; según Bejarano las tendencias (la microhistoria, la historia intelectual, la historia socio-cultural, etc.) estaban encaminadas a ampliar la perspectiva de una historia total, sin embargo en ese rumbo terminaron anhelando ser campos separados “descuajados de la totalidad” incluso queriendo ser ellas mismas un paradigma[9]. Así se llego a la fragmentación y la dispersión, es lo que hemos llamado la pérdida de un norte cognitivo, es decir, que lo que parecían problemas de método se convirtieron en “temas dispersos de la historiografía”[10].

La posición de Bejarano, a diferencia de la de Iggers, es más clara; Bejarano defiende el racionalismo ilustrado y rechaza el “nihilismo cognoscitivo posmoderno” es decir la falta de propósito de las nuevas tendencias[11] que llevan a la historia a una debacle. Iggers por el contrario ve en las nuevas tendencias una “matización”[12] de la historiografía que ha reconocido que alejarse de la subjetividad de lo humano es encubrir la afiliación a un proyecto de poder. La fragmentación que Bejarano ve como trivialización para Iggers es una ganancia de significados[13], por lo anterior, el pensar en el fin de la historia, fin de la ilustración, fin de la historia como ciencia, es revaluado por Iggers quien muestra que las nuevas corrientes historiográficas lo que están haciendo es revalidar, y no destruir, los axiomas más antiguos de la historia. Por ejemplo el caso de el tiempo, que según Iggers no es cuestionado. Este sigue siendo un vector en el cual se posiciona la historia, pero la dirección de ese vector si es debatida ya que no es necesario pensarlo apuntando a un seguro progreso, así mismo el foco varia, de lo grande se dirige a lo más pequeño, aunque abría que preguntarse si algunos historiadores no se resignan a lo pequeño, a unos cuantos datos y cifras de un archivo de dos o tres ciudades en 5 o 6 años y nunca pasan a los tiempos mas largos, tal vez a eso se refiere Bejarano con la pérdida del camino, o mejor aún, quedarse a medio camino de explicación histórica más relevante.

La posición neutral de Iggers, aunque un mucho más preocupada, es compartida por Melo quien reconoce que el estudio de las mentalidades “invita en cierto modo a la fragmentación”[14] en un contexto de proliferación de publicaciones. Si bien dicha fragmentación es una oportunidad para ampliar la perspectiva del conocimiento histórico, Melo ve con preocupación que los jóvenes historiadores hayan acogido la atomización de los temas con sentido poco critico, e incluso banal como lo argumenta Bejarano. Hacia el final, siguiendo a Bejarano y casi sin reconocerlo abiertamente, Melo ve un panorama pesimista para la historiografía colombiana. La posición de Melo no es contra el posmodernismo si no contra la aplicación de los cuestionamientos del posmodernismo de una manera mediocre, banal y descuidada por parte de los historiadores a inicios del siglo XXI. Lo que conllevaría a un distanciamiento cada vez más grande entre las ciencias sociales y la historia e incluso a la obsolescencia de la misma.

Si bien la fragmentación es evidente, esta es producto de unas causas especificas, como lo mostró Iggers, esas causas especificas sin embargo ya son hechos en si mismo históricos, pertenecen al pasado. El siglo XXI parece abrirse con otros hitos históricos, el mundo cambio demasiado en menos de una década (el 11-S, el calentamiento global, la emergencia ambiental, la inestabilidad cada vez mayor de la economía capitalista, el auge de nuevas economías. etc.) podría llevar a bien a volver a viejas y aun vigentes explicaciones (como la ofrecida por el materialismo histórico que Iggers y Bejarano ven aun como validas) o bien a una estructuración más coherente de las nuevas tendencias que cuestionan el poder central, el progreso lineal y la objetividad misma de la historia. Los nuevos hechos históricos, como los del siglo XX, marcaran, crearan y derrumbaran paradigmas tal como paso en el siglo pasado.



[1] Iggers, Georg G. La ciencia histórica en el siglo XX, las tendencias actuales. Idea Universitaria. Barcelona 1998. p. 11.

[2] Ibid. p.12.

[3] Iggers. Op, cit. p. 14.

[4] Dufour, D R. Locura y Democracia, ensayo sobre la forma unaria. 1996. Fondo de Cultura Económica. México, 2002. p. 42. El fin de dichas modalidades de referencia, en este autor, es entendido como el paso hacia la autoreferenciación del sujeto, lo cual se podría especular como una causa de que cada quien investigue lo que su parecer dicta y no lo que un proyecto político le indique.

[5] Bejarano, Jesús Antonio. Guía de perplejos: Una mirada a la historiografía colombiana. Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura. Departamento de Historia. Universidad Nacional de Colombia. No. 24. 1997. pp. 285 – 329.

[6] El desencanto tiene que ver con un país alejado de cualquier posibilidad de paz y unos graves problemas de narcotráfico. El desencanto era creciente por parte de una generación de intelectuales que en su mayoría habían creído en el marxismo como salida a muchos de los problemas del país y de la humanidad misma.

[7] Bejarano. Op, cit. p. 309.

[8] De la cual asegura que cae en una especie de juego de formulas que simplemente adaptan los hechos a las mismas en un juego de “puzzle”

[9] Bejarano. Op, cit. p. 284.

[10] Ibid. p. 285.

[11] Ibid. p. 286.

[12] Iggers. Op, cit. p. 107.

[13] Ibid. p. 112.

[14] Melo, Jorge Orlando. Medio siglo de historia colombiana: Notas para un relato inicial. En: Discurso y razón: una historia de las ciencias sociales en Colombia, Francisco Leal Buitrago, Germán Rey, eds., Bogotá: Tercer Mundo Editores, 2000. p. 169.

5 sept 2011

HECHOS QUE NO CALLAN. Por: Monserrat Iniesta

Por: Monserrat Iniesta (Traducción: Edmon Castell)

Periódico Avui

1 de Febrero de 1996

El 16 de agosto de 1995 el mundo conmemoró el 50 aniversario del bombardeo de Hiroshima. Al país emisor del artefacto mortífero, la fecha no podía pasar desapercibida. El National Air and Space Museoum, de Washington –gestionado por la Smithsonian Institution Smithsonian Institution y el mas visitado de EE.UU –quiso recordar la fecha. Pero la historia de la exposición en torno al Enola Gay –nombre del avión que trasportó la primera bomba atómica –se convirtió en la historia de una exposición abortada y aquello que había sido concebido como un espacio de interpretación histórica de 3.000 metros quedó reducido, según la expresión de Richard Hallion, antiguo conservador del museo, a una triste “lata de cerveza con una etiqueta”.

Es necesaria una síntesis de la polémica para valorar correctamente las implicaciones de este cambio. El verano de 1993, el quepo de la NASM daba por concluido el guión de la exposición y lo presentaba bajo el titulo La encrucijada: el final de la II Guerra Mundial, la bomba atómica y los orígenes de la Guerra Fría. Era una muestra temática e interpretativa, que aportaba elementos de debate sobre la decisión de bombardear Hiroshima. Invitaba ha hacer una reflexión sobre el sufrimiento humano que comportó ese hecho y analizaba el episodio en el contexto de la reformulación de los equilibrios internacionales que se encontraban en el origen de la Guerra Fría. El guión optaba por la revisión histórica de los hechos, por la narración que, aunque no cuestionaba que la bomba atómica terminó con la guerra (mundial), la situaba en la perspectiva de los lamentables ataques a la población civil. Era un grito de rechazo contra la barbarie de la guerra, un “nunca mas” radical y abierto a la esperanza.

La revuelta de los veteranos

El marzo de 1994, la Air Force Association, que reúne cerca de 100.000 veteranos de la guerra, provocó una polémica mediática de alcance nacional, al filtrar parcialmente los contenidos del guión. Los veteranos se sentían pisoteados por lo que consideraban un desequilibrio insultante entre las excesivas referencias al sufrimiento del pueblo japonés y la relativización de la brutalidad del ejército nipón. La intervención forzó una negociación con el equipo de conservadores del museo y sucesivas modificaciones del guión original. Pero la polémica adquirió categoría plenamente política en julio de 1994, cuando un grupo de congresistas republicanos apoyó las quejas de los veteranos y acusó al guión de antiamericanismo y de hacer prevalecer las tesis politically correct por encima del rigor histórico. La “objetividad” que reclamaban pasaba por interpretar el hecho histórico en cuestión, en clave heroica. El éxito de las presiones indignó al sector de historiadores que, en octubre de 1994, se asociaron en el Comité de Historiadores para un Debate Abierto sobre Hiroshima para reivindicar la autonomía profesional de historiadores y museólogos y en contra de la injerencia del Congreso, que interpretaban como un atentado a la libertad de cátedra y de interpretación histórica. Aquí esta la secuencia de los actores de la polémica.

Criterio Aséptico

En enero de 1995, Michael Heyman, secretario de la Smithsonian Institution, anunciaba la cancelación de la exposición concebida por el NASM. Finalmente, prevaleció el criterio aséptico recomendado por el general Tibets, piloto del avión de la misión fatídica: mostrar el Enola Gay restaurado en un silencio reverente y acompañado solamente de unas pocas líneas que explicaron que hizo y cuando. La Exposición inaugurada en agosto de 1995 terminó siendo exactamente una lata de cerveza con una etiqueta. El corto recorrido finalizaba con la proyección de las entrevistas de los tripulantes sobrevivientes, relatando sus recuerdos sobre el día en que entraron a formar parte de la historia. En la entrada de la exposición, un texto de gran tamaño firmado por Heyman justificaba la versión final: a pesar de las intenciones iniciales, el museo no pudo arbitrar la virulenta polémica y optó por “dejar hablar los hechos”.

¿Qué ponía en juego realmente este desafió a la autonomía del museo? ¿Cómo se debía valorar su definitiva capitulación? En primer lugar, se ponía en juego una opción museológica. Desde su creación en 1964, la historia del NASM ilustra un constante debate entre aquellos que lo concebían como un espacio de memorialización y sacralización de los símbolos del ingenio americano para conquistar el cielo y el espacio, y aquellos que pretendían educar e interpretar la significación y el contexto de los hechos. La exposición se ofrecía como una oportunidad para trasformar el templo en un lugar de aprendizaje e intercambio pedagógico. El desenlace condenó el Enola Gay a reposar su carcasa muerta entre los despojos del avión de los hermanos Wright y el Apollo II.

La polémica cultural

La polémica también ponía en juego las opciones sobre la política cultural. Ante los ojos de los conservadores, el caso del Enola Gay evidenciaba hasta que punto el izquierdismo que reinaba en las instituciones universitarias había corrompido las instituciones culturales nacionales. El NASM no era caso aislado. Durante los años 80, se posesionó una nueva generación de conservadores (es decir, de museógrafos). Generalmente, se trataba de profesionales de origen académico, principalmente historiadores formados durante los tumultuosos años 60 y 70 en las universidades norteamericanas. Estos nuevos museógrafos rompían la tónica del personal que los había procedido. Ante todo expertos en aspectos técnicos de artefactos aeroespaciales. Los nuevos conservadores del NASM, sensibles a las criticas que sus colegas universitarios dirigían hacia el museo, habían intentado modificar una política expositiva tildada de celebratoria y técnica, para volverla critica e interpretativa. Ideológicamente, los nuevos aires conducían inevitablemente a un replanteamiento de la política internacional de EE.UU. Los revolucionarios republicanos prometieron adoptar medidas drásticas para erradicar lo que consideraban un intolerable parasitismo izquierdista de agencias culturales subvencionadas con fondos federales “Académicos y artistas tiene todo el derecho a ultrajar la burguesía, pero la sociedad burguesa no tiene por que colaborar en su propia destrucción”, sentenciaba Charles Krauthammer en las paginas de Time.

Por otro lado, la polémica escenificaba con extrema claridad las tensiones sociales e ideológicas que se producen en torno de la interpretación del pasado de una nación. No deja de ser significativo el hecho que una de las modificaciones impuestas por la Air Force Association fuera la sustitución del titulo en uno de los ámbitos del guión: La decisión de lanzar la boba por la decisión que terminó la guerra. Porque el autentico punto central de la campaña fue la polémica en torno a la revisión de las motivaciones del presidente Truman a tomar la decisión que condujo a la primera catástrofe atómica de la historia de la humanidad. Cuestionar la versión establecida era algo que ni los veteranos, ni ciertos sectores de a sociedad norteamericana estaban dispuestos a admitir. Cuando se tocan ciertas esencias, ciertas verdades que fundamentan una determinada ética nacional y que fundamentan la totalidad de la política internacional reciente de un país, los discursos científicos acostumbran perder la hegemonía ante la lógica política.

Reivindicar la autoridad de su propia voz era, precisamente, la batalla fundamental. Hayman, un académico de Berkeley, hizo de la defensa del guión una cuestión de principios, una lucha para preservar la independencia de la institución cultural que lideraba, ante el dirigismo político, por que su trayectoria académica le hacia equipar el museo con la universidad publica. Con su claudicación, admitía que la libertad de interpretación del museo se gestiona de manera muy diferente a la libertad de cátedra universitaria, y comprobaba que el museo es, actualmente, un ámbito más vulnerable a las contingencias políticas y sociales. Teniendo en cuenta que las características del sistema financiero de las instituciones culturales en los EE.UU., ambas instituciones comparten un objetivo común: compaginar la libertad de expresión con la lealtad a las fuentes de financiación. La diferencia esta en la ubicación más o menos central de una y otra institución mantienen en el marco del campo cultural, y su rol, mas o menos crucial en la reproducción del sistema cultural.

El papel de la universidad

La universidad continúa siendo central en la formación de especialistas y en la elaboración de conocimientos. Una sociedad democrática se puede permitir soltar las riendas si esto es compatible con otra rentabilidad de la maquinaria del saber. No es este el papel que se otorga a las instituciones patrimoniales públicas en las sociedades occidentales actuales. La centralidad de este tipo de instituciones tiende a situarse en la función de comunicación, en la trasmisión.

De aquí que cada vez mas se de prioridad, dentro de la concepción museológica, a la confección de políticas expositivas agiles, basadas en la formula de exposición temporal y la espectacularidad. Esta centralidad de la exposición coincide con la difuminación del protagonismo del conservador, ante el director. El curador, personaje responsable de una exposición en forma y contenidos, desaparece prácticamente y es substituido por equipos técnicos – a menudo gabinetes profesionales externos a la institución –que operan bajo la coordinación de un director de proyecto. El museo queda sin un autor comparable al académico que difunde sus tesis a través de sus publicaciones. La proliferación de los mensajes emitidos, lejos de contribuir a la pluralidad ideológica, queda, de hecho supeditada a un mandato institucional que vigila por mantener la institución patrimonial dentro de la lógica ceremonial

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