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14 ene 2012

Esculcando por el Origen de las Cruzadas



Después de los fatales hechos del 11 de septiembre, Estados Unidos, reaccionó como emocionalmente su pueblo le pedía, buscando venganza disfrazada de justicia. Días después George W. Bush lanzó un gran operativo militar que se llamó “Justicia Infinita”, luego de esta sentencia, con claros tintes religiosos, el mundo vio como se polarizaban las fuerzas mundiales en lo que parecía ser mas una lucha entre la religión occidental del siglo XX, la democracia, y el Islam, sin diferenciarlo mediáticamente del fundamentalista y el que se dedicaba a seguir pacíficamente las enseñanzas del Corán. En este aparente nuevo choque de civilizaciones, que cada vez mas forzaba a ver a EEUU como una fuerza cristiana, se evocaba, incluso de manera irresponsable, el mundo del siglo XI, que había inaugurado según la creencia popular el conflicto entre Oriente y Occidente, el fantasma de las Cruzadas asolaba el mundo.
Sin embargo sabemos que un conflicto del siglo XI no puede ser equiparado con uno del siglo XXI, y deberíamos saber que las Cruzadas tienen orígenes complejos y diversos, que están enraizados en el mundo en el que se desarrollaron y no fueron solo conflictos naturales entre lo que se quiere ver como natural; el antagonismo entre el Islam y el Cristianismo (hoy por hoy occidente)
En el presente trabajo intentaremos hacer un breve recorrido por diversos autores para encontrar que dicen acerca del origen y las causas de las Cruzadas, no para llegar a explicar de manera contundente el porqué de dicho conflicto, sino para mostrar las diversas explicaciones que se le pueden hallar a que un pueblo entero decida marchar, dejando todo atrás, por las promesas hechas por quienes consideraban sus líderes.

“Una voz divina me ordena anunciar a todos los condes de Francia que deben abandonar sin excepción sus hogares y partir para venerar el Santo Sepulcro, así como dedicar todas sus fuerzas y pensamientos a rescatar Jerusalén del poder de los agarenos”[1]

Las palabras anteriores son, según la fuente, del propio Pedro el Ermitaño, un personaje extraño que está muy asociado con la Primera de las Cruzada[2], quien siendo un peregrino en Jerusalén volvía quejándose de la desastrosa suerte que tenían los cristianos en Tierra Santa, para invocar la necesidad de hacer una expedición contra los Sarracenos[3]. Quien lo cita es Ana Comneno, hija del Emperador Alejo I Comneno, la primer historiadora de la historia escribió las hazañas de su padre y dentro de ellas la de hacer frente a los miles de occidentales (francos) que atravesaron el Imperio para llegar a Tierra Santa. Según esta primera fuente, que presenció algunos de estos hechos, la cruzada nació de la cabeza de Pedro el Ermitaño quien para liberarse de problemas en sus peregrinajes “concibió un astuto plan”[4], el cual se materializo por medio de la anterior consigna, y con la cual logró movilizar a una muchedumbre hacia Palestina. La historiadora del Imperio nada dice sobre el Papa y su famoso discurso en Clermont, en el cual de predico la Cruzada, tema central en otros autores.
Ya para el siglo XVII, un historiador empírico ingles, Thomas Fuller, aplicaba toda la responsabilidad de la expedición militar a la cabeza de la Iglesia Romana, según Fuller el primer objetivo y causa era el deseo de la Iglesia Romana de reducir a los griegos y a los patriarcas de Jerusalén, Antioquia y Constantinopla a su autoridad[5]. Este deseo se da en el contexto del conflicto entre el Papa de la época Urbano II, y el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, el cual pretendía disponer del trono de Pedro a voluntad del imperio. Fuller reconoce que las quejas de Pedro el Ermitaño son una de las causas, sin embargo aclara que este solo insistió ante el Patriarca de Jerusalén, Simón, para que este fuera quien dirigiera el llamado a Roma[6].
Ya entrados en el siglo XIX, en los albores de una disciplina histórica profesional, tenemos otro ejemplo de un historiador dedicado a las cruzadas, el italiano Cesare Cantú (1807 -1895)[7], quien ya advierte que todo no nació solo de las quejas de Pedro el Ermitaño o los deseos de Roma de reunificar la Iglesia. Cantú advierte de los cambios políticos en oriente ya que los Árabes habían sido acorralados por los Selyucidas, quienes en todas las fuentes parecen ser más atrasados e intolerantes con los cristianos. Según Cantú los Selyucidas atormentan toda Palestina, encarcelaban a los sacerdotes cristianos, violentaban a las mujeres y circuncidaban a los niños. Ante lo cual Miguel Parapinacon, antecesor de Alejo I, hace el llamado de auxilio. La petición es respondida por el Papa Gregorio VII, quien prepara la Cruzada (así la llama) infructuosamente, ya que los ánimos se pierden en otros intereses.
Según Cantú, otros cristianos, los Genoveses y Pisanos si acataron los llamados de auxilio y las peticiones del Papa, esta vez a Victor III, quien les entregó el estandarte de San Pedro para destruir algunas ciudades en el norte de África en 1088[8].
Cantú, después de estos antecedentes, vuelve a Pedro el Ermitaño, quien con las cartas de Simón, el Patriarca de Jerusalén, predica la cruzada por toda Europa. Estas Cartas llegan a Alejo I quien remite la queja a Urbano II. La empresa se da por tres factores, el primero; la unidad cristiana existente en aquella época, el segundo, un sentimiento generalizado del miedo al final del mundo, el cual hacia necesario la transformación de los guerreros mundanos en soldados de Cristo, y por ultimo; el arrojo de los europeos hacia empresas peligrosas, en especial aquellos que no tenían un futuro asegurado en sus tierras (por ejemplo los hijos no primogénitos) todo esto hizo posible que la muchedumbre se  movilizara con un sentimiento piadoso que él ve como “una especie de fanatismo”[9].
Estos factores de contexto de Europa son aun más fuerte en Harold Lamb[10], quien ya en el siglo XX, relata minuciosamente la vida miserable de los siervos, y como esta sociedad feudal se dividía en tres clases claras (oratores, labratores, bellatores). En ese mundo la Iglesia jugaba un papel de líder, pero que pese a su rol de poder temporal, no poseía un brazo militar. En este contexto Lamb recuerda la Pax Dei y la Tregua Dei, leyes lideradas desde un Papado influenciado fuertemente por el Monasterio de Cluny, el cual inicia la regulación de la guerra en cuanto a los sujetos y a los lugares en los que está permitida, para luego regular incluso los tiempos. La Pax  y la Tregua  de Dios serán los primeros pasos que aplicaran los cluniacenses para darle un orden a la Iglesia Romana y a toda Europa.
Aparte de estas reformas Lamb resalta las luchas entre el Sacro Imperio y el Papa, en este conflicto es donde este autor ve las verdaderas causas de la Cruzada. El Papa Gregorio VII queriendo realizar el sueño de San Agustín, de un gobierno celestial en la tierra, decide enfrentar al emperador Enrique VI en cuanto a sus derechos para gobernar lo terreno, ante la negativa del monarca Gregorio VII le excomulga. Enrique nombra para sus pretensiones un nuevo papa, o anti-papa; Guibert. A continuación expulsa a Gregorio de Roma, donde pone a Guibert. Gregorio, que muere en el exilio, es reemplazo por Urbano II, también de Cluny, quien en tiempos turbulentos (peste en Bohemia, Alejo hace llamado por ayuda militar, desorden social, tregua Dei y Paz Dei eran completamente violadas, hambrunas, invierno) decide convocar el Concilio de Clermont, en Francia, con el objetivo de renovar el decadente clero y recuperar el poder terrenal perdido (vencer a Guibert), todas metas incumplidas por Gregorio VII, dentro de estos proyectos heredados también continua la empresa armada por Tierra Santa, y en especifico por el Santo Sepulcro[11]. Esta empresa seria la táctica de Urbano para derrotar a Enrique IV y su anti-papa; “Urbano, como el iniciador del viaje de Dios, tendría un poder igual al de Enrique, emperador de los Romanos”[12] dice Lamb.
Lamb cita, como lo hacen varios autores, sin especificar de donde, el discurso de Urbano II en Clermont, en dicho supuesto discurso el Papa hace referencia sobre auxiliar a Constantinopla, sobre las torturas y vejámenes contra los peregrinos, sobre la necesidad de dejar los conflictos internos en Europa “Vosotros que estáis en lucha constante, haced la guerra a los infieles. Vosotros que sois ladrones, convertíos en solados”[13], y sobre el objetivo en especifico de recuperar Jerusalén “Poneos en marcha hacia el Santo Sepulcro”[14]. Es decir que la Cruzada, según Lamb, nace ya con un objetivo claro. La gente se va esperanzada con la promesa de indulgencias y ante todo de libertad[15], la cual no tenían como siervos feudales en Europa.
Si bien en este autor las intenciones de Urbano parecen ser claras, es bueno tener presente que, como dice Munro en 1912, no hay pruebas contundentes que hablen de las intenciones del Papa: “As  most  of his  letters  concerning  the  crusade have  been  destroyed, there  is  not enough material to make it possible to  dissect and weigh  his motives.” [16], si esto es un hecho quiere decir que cualquier opinión sobre las motivaciones del Papa Urbano son eso, opiniones que parten de la especulación.
Otro flanco donde podríamos explorar las causas de la Cruzada, aparte de lo político o lo teológico, puede ser lo económico, tal como lo explica Henry Pirenne[17]. Según este el famoso historiador belga los antecedentes de la cruzada están en las ciudades emergentes del mediterráneo; Pisanos y Genoveses, que si bien estaban en contraversión ideológica con la iglesia aun conservaban su fe como último baluarte para la salvación, ya habían emprendido represalias contra los musulmanes a partir del siglo XI. que en 935 y 1004 habían saqueado Pisa para sofocar la expansión marítima iniciada “penosamente” por esta ciudad[18], estos inician una serie de ataques contra los sarracenos, para recuperar el Mediterráneo. Estos hechos bélicos, con pretensiones económicas y políticas se van transformando en expediciones de cristianos guiados por Dios contra el mal. En 1087 una expedición, con presencia del Obispo de Módena ataco Mehdia (actual Marruecos), allí los marineros vieron imágenes del Arcángel Gabriel y San Pedro que los guiaba[19], esta relación de Pisa y Genova con unas proto-cruzadas concuerdan con lo expuesto por Cantú. Una vez recuperado el Mar Tirreno se debía dar una puntada final “La primera cruzada, iniciada en 1096, debía marcar el cambio definitivo de su fortuna (la del cristianismo)”[20].
El consecuente triunfo de los cruzados significo, según Pirenne, la apertura del Mediterráneo a Europa, es decir a los Pisanos, Genoveses y demás ciudades de mercaderes, quienes desde un comienzo habían propugnado por atacar a los sarracenos, sus máximos contendores en términos económicos. El apoyo de Génova y Pisa en las cruzadas fue evidente, fueron ellos quienes prestaron sus barcos para transportar a los soldados que no estaban bajo las ordenes de Godofredo de Bouillon, además, una vez establecidos los principados cristianos en Palestina, abastecieron de víveres y hombres el nuevo Reino Latino. Por ello obtuvieron grandes prebendas comerciales y la multiplicación de sus relaciones con otros puertos del Mediterráneo. Barrios enteros en diversas ciudades Cristianas, como san Juan de Acre y la misma Jerusalén, tenían barrios de pisanos comerciantes. Esto también significo el Inicio del gran auge de Barcelona y Marsella. Pese a que al término de unos 200 años todas las ciudades tomadas por los Cruzados estaban de nuevo en las manos de los musulmanes, nunca se logro opacar el auge que habían adquirido las ciudades europeas del mediterráneo[21].
Las tesis propuestas por Pirenne no hicieron mella en autores como René Grousset[22], quien en 1939 volvía sobre la continuidad de Urbano II en cuanto a su antecesor Gregorio VII. Grousset, quien es considerado clásico en este tema[23], usa indiscriminadamente el termino Cruzada, hecha en un principio por los Bizantinos, pero debido sus constantes derrotas fue necesario que la hicieran los cristianos occidentales. Hace también hincapié en la llegada de los toscos turcos selyucidas, lo que da fin a la tolerancia árabe de más de dos siglos[24]. Los turcos se muestran como amenaza cuando derrotan al Imperio Bizantino en la Batalla de Manzikert (1071) la cual podría haber sido un adelanto de la caída de Constantinopla en 1453, de no ser porque Urbano II previó, según el autor, la necesidad histórica de que Francia relevara en su papel de centro de la civilización a Constantinopla, así “Había nacido la <>”[25] Es decir que la Cruzada es un hecho casi que natural.
Otro autor, que se une a Grousset en cuanto a su visión bastante simplista del origen de la Cruzada, es uno de los primeros intelectuales Católicos del siglo XX, quien mucho menos ingenioso que su amigo G. K. Chstertone pretendió exponer la historia de las cruzadas[26]. Belloc piensa a Europa como una unidad cristiana, enfrentada por antonomasia a la barbaridad de los turcos y los mongoles tartaros. Según Belloc la Cruzada tiene su génesis en el choque de Manzikert, batalla que al parecer era inevitable. Esta batalla habría de ser el preámbulo de la caída de Europa, dicha caída se evitó con la Cruzada[27], la cual también ve de urgencia natural: “Desde unos cien años tras Europa estaba preparada para ese momento”[28], todo muy similar a Grousset.
Belloc también rescata el papel de Urbano, quien estaba llamado a cumplir el proyecto iniciado por “San Gregorio VII” a través de su “creadora predica”[29], tras la cual se relevaría a un Bizancio en decadencia, que ya no representaba los valores guerreros ideales para Belloc. Es decir que para este autor la Cruzada tiene su naturalidad en la providencia, y en la unidireccionalidad de la historia según la voluntad de Dios.
Este sentimiento religioso de Belloc, que podría desdeñarse hoy en día, puede aportar un buen argumento, y es que los sentimientos religiosos mueven una buena parte de las acciones humanas. Runciman, ya considerado clásico y lectura obligada para hablar de las Cruzadas, cree que “el deseo de ser un peregrino está profundamente enraizado en la naturaleza humana” [30] , deseo que se había iniciado con Santa Helena, la madre de Constantino I, quien había descubierto los vestigios de Cristo en Tierra Santa, para luego convertirse en un autentico mercado a mediados del siglo V, cuando la emperatriz Bizantina, Eudocia, inicia una verdadera recolección de reliquias de oriente[31].
De este sentimiento por las reliquias y por las peregrinaciones Cluny se había convertido en guardián, como guardián era de la moral cristiana de occidente. Muchos de los grandes reyes y personajes influyentes del norte de Europa, en especial normandos, inician sus peregrinaciones siguiendo los preceptos de Cluny. Y para que dichas empresas fueran realizables se necesitan de dos cosas; un imperio bizantino benevolente; y una situación política musulmana más o menos estable[32], pero dichas condiciones dejaron de cumplirse, en especial Runciman hace énfasis en la decadencia política del Imperio, que se sella con la batalla de Manzikert[33], decadencia en la cual colaboraron los ataques de los Normandos comandados por Roberto Guiscardo.
España es nombrada por Runciman como una especie de laboratorio de cruzada en cuanto a que es allí donde se ensaya el envió de caballeros, en tiempos de Gregorio VII, que apoyados por indulgencias papales hacen la guerra santa para garantizar el peregrinaje a Santiago de Compostela[34].
En Cuanto al discurso de Urbano II Runciman aclara que Guilberto de Nogent, el más citado en este tema,  obtiene su versión de segunda mano. En cambio Fulcher de Chartres, Braudi de Dol y Roberto el Monje parecen si haber escuchado al mismo Papa declarando la Cruzada. Este discurso va adquiriendo vital importancia por dos razones; revelar las verdaderas causas que crean la emergencia de la Cruzada; y por mostrar si esta tenía o no como objetivo Jerusalén. Runciman acepta que solo se conoce parcialmente el discurso, pero aclara que dicho discurso si hace referencia al auxilio que se debía prestar a Bizancio, y a la necesidad de recuperar Jerusalén[35]. Sin embargo el llamado no hacia la Cruzada, el autor señala que una de las razones para que el la gente acogiera el llamado, en especial a través de Pedro el Ermitaño que continuo la petición a la masa de campesinos, eran las condiciones paupérrimas de muchos de los habitantes del norte de Europa, sumado al pensamiento milenarista de la época[36].
Sobre Runciman se dice que es uno de los primeros en trazar que la teoría y la práctica de la Guerra Santa en occidente, en referencia a España, se complementa en Oriente[37], además de ser quien caracterizó las guerras por el Santo Sepulcro como una verdadera empresa colonial, que establecería el precedente para los siglos XV en adelante.
Para esta misma década, desde la escuela francesa, escribe Paul Alphandery[38], quien más que buscar recorrer los hechos que preceden y configuran la Cruzada, intenta explicarse la mentalidad que en ese momento hizo posible tal expedición. Según Alphandery los habitantes de Europa tenían una esperanza misteriosa de un mejoramiento de la vida, que se sumaba a la supervivencia de religiosidades paganas, la necesidad de expansión, cierta sed de pillaje y un extraño deseo de lo desconocido, en parte para buscar una fe nueva o renovada[39]. También remite el inicio de las peregrinaciones hasta Constantino donde ve el nacimiento de una idea de purificación por el peregrinaje y por la muerte, consagrada, en Jerusalén[40]. Sobre Gregorio VII, señala que este sumo su granito de arena al dar perdón para quienes luchen contra los sarracenos en defensa de Bizancio, esto con el fin de reunificar la Iglesia[41], en lo que concuerda con Lamb.  
Sin embargo el autor intenta explicar la idea del peregrinaje; ¿Qué buscan?, Buscan la religiosidad presente en esos lugares, religiosidad que los remita al Antiguo Testamento, en primer medida, y luego al Nuevo Testamento. También buscaban cierto posicionamiento favorable en el final de los tiempos, estos sentimientos tienen su explicación en el milenarismo y el mesianismo. Era quienes veían a Carlomagno como el último rey de la cristiandad[42] de aquí en adelante lo único que hay es una espera escatológica del cumplimiento de los tiempos. Este cumplimiento se da por medio de un peregrinaje colectivo, es decir que la salvación se traduce en Jerusalén, y Jerusalén, para aquella época, era la guerra.
Cuando se remite al discurso de Urbano no se diferencia de los otros autores, allí están de nuevo presentes las quejas por los abusos de los turcos y el caos reinante en Europa que necesita ser redireccionado, sin embargo no se habla de los Santos lugares ni de Jerusalén en especifico, hablaba solo del oriente cristiano, esto a cambio de indulgencias. Según Alphandery todo este movimiento se da para asegurarse de tener una gran cantidad de cristianos, soldados contra el anticristo, y estar preparados para el cumplimiento de los tiempos. La Cruzada era además la oportunidad perfecta para Alejo I Comneno de utilizar a los cruzados en la restauración de su poder en Asia menor y en Siria[43], por lo cual se concluye que la petición de Bizancio a Occidente tenía pretensiones políticas más que religiosas o que estas pretensiones nacieron según las circunstancias.
Es interesante, en medio de esta muestra de los autores que a las Cruzadas se han dedicado, observar las opiniones de M. A. Zaburov, quien  hacia 1960 escribe una historia vista desde su posición crítica de la Europa burguesa, desde la Rusia socialista. Zaburov, fiel a su ideología, asegura sin dudarlo que la verdad de la causa de las cruzadas esta en el materialismo histórico, y en la doctrina marxista leninista[44]. Zaburov no está de acuerdo con quienes ven las causas de las cruzadas en los campos mentales o sociales, según él la situación es más complicada, y los burgueses no llegaron a la verdadera raíz del problema.
La explicación de Zaburov es la siguiente: Las principales causas están en los cambios de la situación de las clases sociales a inicios del siglo XI, cambios provocados por fluctuaciones económicas[45]. Los siervos, casi esclavos, son explotados por señores que con la aparición de las ciudades buscan cada vez más la suntuosidad a costas de la mano de obra de sus esclavizados campesinos. A esta situación se suman las innumerables guerras feudales que afectan aun mas a la clase campesina, provocando hambrunas y pestes, todo esto hace que las condiciones de la vida material de los siervos sean insoportables, lo cual causó “el fortalecimiento de la disposición religiosa de las masas”[46] una especie de fuga de la realidad por parte de las gentes, una fuga de sus condiciones materiales. Según Zaburov la Iglesia aprovecho y capitalizó este sentimiento.
El caos, ya descrito por varios autores, se debía al aumento desmedido de una serie de pequeños señores sin tierras que se dedicaron cada vez más al pillaje como opción económica, y que agudizó la ruina de los campesinos. En este panorama las elites necesitaban una solución, y la iglesia, según este autor, se propone como líder y encamina todo este panorama hacia fuera del territorio europeo. El clero como máximo terrateniente, comerciante, expansionista y dominador ya había iniciado tiempo atrás un proceso de consolidación a través de las reformas impulsadas por los papas de Cluny, al punto que desde Cluny se habían impulsado, según Zaburov, a los normandos para participar como mercenarios en la Reconquista. A esto se suman las reformas que se remontaban hasta Alejandro II quien había dado la absolución de los pecados a quienes lucharan por la Santa Cruz, luego, Gregorio VII, invitó a los franceses a ir a España por la absolución de los pecados, y por ultimo Nicolás II bendijo a Guiscardo (Vasallo del trono  papal) en sus expediciones contra las posesiones de Bizancio en el sur de Italia y a Guillermo I El Conquistador, en su guerra contra los sajones ingleses.
Sin embargo Zaburov rescata a Gregorio VII como el más importante de estos reformadores cluniacenses, este Papa buscaba un dominio universal romano, una monarquía teocrática. Esto aprovechando que Bizancio retrocedía cada vez más a partir de su derrota en Manzikert. Por ello abría encausado a Guiscardo contra Bizancio.
Los vejámenes de los turcos a los cristianos son solo leyendas inventadas por los historiadores y cronistas occidentales[47], por lo cual deja sin suelo el principal argumento que supuestamente uso Urbano II, y el Ermitaño, para convocar la Cruzada. Y pese a que reconoce la inexistencia de un discurso fiable de Urbano, cita constantemente, y a conveniencia, una reconstrucción de D.C. Munro de 1906. Por último lanza críticas contra Runciman al decir que no ve las causas materiales de las cruzadas, sino que solo ve las místicas[48].
Si bien Zaburov concuerda en varios puntos con sus antecesores, muchas veces deja ver su sesgo marxista que tal vez le impide ver mas allá de una manipulación maquiavélica de los campesinos por parte de la Iglesia, e ignora casi por completo, no sé si intencionalmente, que quienes marcharon por petición de Urbano, e incluso detrás del Ermitaño[49], perseguían verdaderos fines religiosos antes que materiales. Pareciera que Zaburov cae en la necesidad obligada de los historiadores de generalizar las causas de las cruzadas[50], en este caso las causas expuestas por el materialismo histórico.
Durante todo el siglo XX, y parte del XIX, la disciplina histórica profesional ha buscado aportar al debate de las Cruzadas, y estos aportes poco a poco se van materializando en estudios cada vez más serios y menos sesgados, un buen ejemplo de ello son las investigaciones elaboradas por Jean Flori, o Franco Cardini, entre otros.
En el texto de Jean Flori[51], no solo encontramos las referencias a Gregorio VII, las reformas que impulso, los cambios políticos en el mundo islámico, el caos de Europa occidental, o la decadencia del Imperio Bizantino, sino que además vemos una profunda reflexión sobre el cambio que tuvo la idea de un cristianismo pacifico hacia un cristianismo que podía portar una espada en su cinto. Es decir que la Cruzada no se da de manera natural, como un proceso univoco, sino que es la mezcla de varios fenómenos: peregrinaje, sacralización de la guerra, etc. no considera la Cruzada como una creatura con vida en sí misma, sabe que esta no nació como un fenómeno unigénito, aclara demás que el termino de  “Primer Cruzada” no nace en Clermont. Y que la proclamación de Clermont es la suma de la idea de Peregrinación y la idea de Guerra Santa.
También muestra como los objetivos planteados por Urbano II, o los que los historiadores le atañen, no fueron los únicos que dirigieron a quienes acogieron la cruz, asegura que personajes como Pedro el Ermitaño, o Emilcho de Flonheim, quien se dedico a masacrar judíos en tierras germanas, buscaban sus propios fines y no los proclamados por el Papa.
También rescata Flori que las cruzadas se dan gracias a un proceso de conversión de la caballería barbará, dedicada al pillaje y a los fines mundanos, en una caballería de Dios, en milites  Christi. Esta transformación va de la mano con las regulaciones cluniacenses de la Pax dei y la Tregua Dei. “En el pensamiento de Urbano II, […] e incluso de Bernardo de Clairvaux (principal predicador de la segunda cruzada después de Eugenio III) la cruzada resulta de una conversión, una especie de rechazo a la cabelleria ordinaria”[52].
De similar manera Franco Cardini[53] muestra que la cruzada fue posible gracias a la evolución del pensamiento del peregrinaje, que poco a poco había dejado de ser solo cristiano para convertirse en penitente, y advierte que la cruzada como concepto es una construcción posterior a los hechos de 1096-99.
Además de esto Cardini, en su extensa narración sobre el mundo islámico, nos muestra el papel protagónico de las reliquias en Tierra Santa, y la importancia que tenia Jerusalén en el imaginario musulmán importancia que no tiene otro carácter que el religioso[54], y que pese a dicha importancia los árabes tenían la firme convicción de respetar a judíos y cristianos. Este equilibro, que Runciman veía necesario para que el peregrinaje estuviera garantizado, es roto por una serie de luchas intestinas, ajenas a la Ciudad Santa, entre los musulmanes; Egipto se convirtió en el centro del poder Fatimí y Jerusalén cayó en manos de califas chiitas egipcios. Uno de ellos, Al-Hakim, inició la persecución contra los judíos, sunitas, y cristianos[55] en 1009, ordenó la destrucción de la iglesia de la Anastasis (Santo Sepulcro), Aunque pasando este vendaval volvió la tolerancia, sin embargo ya había un precedente claro, para los cristianos, de inestabilidad en oriente, inestabilidad que afectaba cietamente a los peregrinos. Los miedos que había implantado Al-Hakim se materializaron con el siguiente cambio político que ocurrió cuando los Califas de Bagdad se sirvieron cada vez mas de mercenarios Turcos Selyúcidas, ya conocidos por su intolerancia y tosquedad, las noticas sobre robos, saqueos, violaciones, inician su auge hasta llegar a oídos de Urbano, según lo plantea Cardini, estas noticas fueron adornadas con grotescas arandelas puestas a posteriori para justificar la Cruzada, y aunque reconoce que si existían riesgos, señala que los caminos no eran más peligrosos que en cualquier paraje europeo, pero que pese a ello el peregrinaje en el siglo XI aumentaba  incluso presencia de escoltas armados[56].
La espera escatológica que nombra Alphandery se hace presente también en Cardini, esta espera por el Final de los Tiempos produjo ansiedad y temor, que se argumento en cambios ambientales y sociales, en el aumento demográfico y las luchas políticas y religiosas, “hicieron volver la mirada con renovada intensidad hacia aquella ciudad de Jerusalén donde debía cumplirse el destino de la humanidad”[57]. Es decir que gran parte de la necesidad de una cruzada hace parte de un pensamiento religioso colectivo y la turbada conciencia de Occidente, lo que se materializa en que desde 1033 se dan grandes peregrinaciones para llegar a Tierra Santa y recibir el fin del mundo, por ello el llamamiento a la Cruzada fue acogido con gran entusiasmo por los europeos debido a que ya había un largo proceso de significación del peregrinaje, como también lo explica Flori.
Para Cardini Urbano II no predico una “Cruzada” ya que dicho termino no existía, el Papa no hacía más que aceptar la petición de Alejo I Comneno para reclutar un ejército mercenario europeo[58]. Aunque aparte de los simples mercenarios, estaban notables personajes, los cuales Cardini caracteriza como una aristocracia en Crisis, (hermanos menores, perdedores en las contiendas entre el Vaticano y el Sacro Imperio Romano Germánico, vecinos incómodos, etc.) que necesitaban adquirir poder y riquezas en otras partes. Esto les dio la oportunidad a las monarquías feudales que se harían grandes en Europa de surgir[59].
Este tipo de estudios, que explican los cambios de pensamiento que hubo en la cristiandad medieval, cambios en parte liderados por la Iglesia y su intento de control de un caos cada vez mas incontrolable son las líneas donde los nuevos estudios se mueven, autores como Alan Heston[60], buscan no solo las causas mismas de las cruzadas en estos cambios, sino las relaciones económicas que implicaron dichos movimientos y que aun mueven las relaciones entre Occidente y Oriente medio. Dentro de estos cambios de mentalidad esta la asociación de los caballeros feudales con los peregrinos, dos clases que parecían ser distintas, incluso antagónicas, se fusionan en la personalidad del cruzado, como táctica para redirigir las guerras entre barones menores hacia oriente, en beneficio de la Iglesia Latina[61], puesto que era Urbano II quien ahora quería erigirse como líder de toda la cristiandad[62].
La Reconquista también es planteada como antecedente de la Cruzada, y es allí donde se da el espacio para que el enemigo Islámico, que no era un único enemigo, se unifique mentalmente para los europeos, así se logra convertir a oriente era la promesa de una tierra de leche y miel, promesa que es mucho más atractiva que quedarse en sus hogares[63]. Las causas de las cruzadas que hemos visto en los anteriores autores parecen estar presentes de igual manera en Heston, justificadas en el decline de la influencia árabe y el posterior enfrentamiento entre sus facciones; la decadencia del imperio Bizantino, y el papel de una Iglesia Romana que quiere reconfigurarse en cuanto a sus exigencias morales.

Como se puede ver en este breve espectro de autores, sin importar las coincidencias y divergencias, lo que enuncien de más o lo que no se enuncie, las causas de las Cruzadas son diversas y complejas, y responden a diversos contextos. En primer lugar están los cambios políticos en el mundo árabe, mundo en el cual Jerusalén, si bien es importante, solo representaba una pequeña parte de su complejo territorio. Por otra parte está el propio contexto europeo, y en último lugar están los cambios del Imperio Bizantino, cambios influenciados por Europa y por el mundo árabe.
El pensar que Urbano II, Gregorio VII, Alejo I, Pedro el Ermitaño, o cualquier protagonista de las cruzadas, fue quien planeó la guerra santa para fines propios no deja de parecer o ingenuo o mezquino, sin lugar a dudas todos influenciaron procesos que dieron por resultado la toma de Jerusalén, pero ninguno podría haber concebido todos los cambios que produjo un movimiento poblacional, no solo militar, de semejante envergadura, y mucho menos podrían haber previsto lo que desataría después, en especial si se piensa en la tesis de Pirenne en cuanto a la recuperación del Mediterráneo para Europa y por consiguiente el empuje económico que hizo posible el renacimiento y la edad moderna.
Así mismo ver en la Iglesia un simple manipulador de masas con fines políticos o económicos crea un peligroso ambiente de simplificación del proceso, proceso que fue enriquecido no solo por intereses económicos, sino por un ambiente religioso que desbordaba no solo a un vulgo ignorante, sino a los grandes líderes de la Iglesia misma, y a los líderes seglares. Este ambiente y pensamiento religioso fue el gran causante de todo, ya que alimentó y configuro el mundo que estas gentes tenían en la cabeza, un mundo altamente encantado y libre aun de cualquier intento de racionalización sistemática que solo vendría hasta la ilustración. No se puede intentar ver los movimientos de las cruzadas desde nuestras capacidades para entender nuestro mundo, que si es regido por motivos económicos y políticos, en este caso no podemos intentar suplantar lo que esta gente creía con lo que nosotros creemos que deberían haber creído.
Sin embargo, pese a las atribuciones que los historiadores se toman para analizar el fenómeno, lo que sí se puede rescatar son aquellas características de contexto, y de procesos, que fueron cambiando y fluctuando en los dos mundos que chocaron, algunas de las cuales son transversales en los autores vistos. Sin embargo el problema no hace más que complicarse, y si el mundo en verdad se encuentra en un conflicto entre Oriente y Occidente, las cruzadas y sus causas, pueden aportar explicaciones a la situación actual e incluso hacia el futuro.




[1] Ana Comneno. La Alexiada, c. 1148. Traducción: Emilio Díaz Rolando. Editorial Universidad de Sevilla. Sevilla. 1989. p. 407.
[2] Usaremos el termino Primer Cruzada  entendiendo que esta no se llamó así en el momento en que sucedió, sino que el nombre de Cruzada, y su nomenclatura, fueron agregados con el paso del tiempo.
[3] Ana Comneno usa el termino que sería correcto (Agarenos; hijos de Agar, la concubina de Abraham), sin embargo el que se generalizó fue el termino incorrecto de Sarracenos (hijos de Sara; la esposa legítima de Abraham)
[4] Ana Comneno. Op, cit. p. 407.
[5] Fuller, Thomas. The history of the Holy War. c.1640. Ed. William Pickering. Londres 1840. p. 18.
[6] Ibíd. p. 12.
[7] Cantú, Cesare. Las Cruzadas, Ocho gestas de la cristiandad. Edicomunicaciones. Barcelona. 1988.
[8] Ibíd. p. 26.
[9] Ibíd. p. 36.
[10] Lamb, Harold. Historia de las Cruzadas, guerreros y santos, 1931. Traducción: Josefina Martínez Alinari. Editorial Latinoamericana S.A. México. 1951
[11] Ibíd. p. 40.
[12] Ibíd. p. 41.
[13] Ibíd. p. 45.
[14] Ibíd. p. 46.
[15] Ibíd. p. 47.
[16] Munro, Dana C. The Popes and the Crusades. En: Proceedings of the American Philosophical Society, Vol. 55, No. 5, 1916. p. 349.
[17] Pirenne Henry. Historia económica y social de la edad media, 1933. Traducción: Salvador Echavarria. Fondo de Cultura Economía. México. 1975.
[18] Ibíd. p. 28.
[19] Ibíd.
[20] Ibíd.
[21] Ibíd. p. 29.
[22] Grousset, René. La epopeya de las cruzadas, 1939. Traducción: Manuel Morera. Ediciones Palabra. Madrid, 1996.
[23] Ayala Martínez, Carlos de. Las Cruzadas. Editorial Silex. Madrid. 2004.  p. 12.            
[24] Grousset. p. 11
[25] Ibíd. p. 12.
[26] Belloc, Hilaire. Las Cruzadas. Traducción: Pedro de Alazabal. Emecé Editores. Buenos Aires. 1944. 
[27] Ibíd. p. 33-34.
[28] Ibíd. p. 35.
[29] Ibíd. p. 39.
[30] Runciman, Steve. The first crusade, 1951. Universidad de Cambridge. Londres. 1980. p. 21: “The desire to be a peregrin is deeply rooted in human nature”
[31] Ibíd. p.22.
[32] Ibíd. p. 31
[33] Ibíd. p. 39.
[34] Ibíd. p. 50.
[35] Ibíd. p. 51.
[36] Ibíd. p. 56.          
[37] Smail, R. C. Reseña: Runciman, Steve. A history of the crusades, Volume I. En: The English Historical Review. Vol. 68. No. 266. 1953. pp. 85- 86.
[38] Alphandery, Paul. y Duprond, Alphose. La cristiandad y el concepto de las cruzadas, las primeras cruzadas. En: La Evolucion de la humanidad. Dirigida por Henri Berr. Segunda Sección. Tomo LVII. Traducción: Aurelio Garzón. UTEHA. Mexico. 1959.
[39] Ibíd. p. 1.
[40] Ibíd. p. 7.
[41] Ibíd. p. 21.
[42] Ibíd. p. 17.
[43] Ibíd. p. 61.
[44] Zaburov. M. A. Historia de las Cruzadas. Editorial Futuro S. R. C. Buenos Aires. 1960. p. 9.
[45] Ibíd. p. 11.
[46] Ibíd. p. 17.
[47] Ibíd. p. 40.
[48] Ibíd. p. 29
[49] Una vez predicada la Cruzada, y antes de que los barones y los caballeros emprendieran su camino, muchas gentes pobres emprendieron la expedición de forma desordenada detrás de Pedro el Ermitaño, la llamada Cruzada Popular, según la describe Runciman. Op, cit.
[50] Riley-Smith, Jonathan. The Motives of the Earliest Crusaders and the Settlement of Latin Palestine, 1095-1100. En: The English historical review. Vol. 98, No. 389, Oct., 1983. pp. 721-736.
[51] Flori, Jean. La Guerra Santa, la formación de la idea de cruzada en el occidente cristiano. 2001.  Traducción: Rafael G. Peinado. Editorial Trotta. Madrid. 2003.
[52] Flori, Jean. Ricardo Corazón de León, el rey cruzado. 1999. Traducción: Mari Carmen Llerena. Editorial Quintero. Barcelona 2002. p. 363.
[53] Cardini, Franco. Nosotros y el Islam, historia de un mal entendido. Traducción: Silvia Furió. Editorial Critica. Barcelona. 2002.
[54] Ibíd. p. 64.
[55] Ibíd. p. 66.
[56] Ibíd. p. 67.
[57] Ibíd.
[58] Ibíd. p. 68.
[59] Ibíd. p. 69.
[60] Heston, Alan. Crusades and Jihads: A Long-Run Economic Perspective. En: Annals of the American Academy of Political and Social Science, Vol. 588, Islam: Enduring Myths and Changing Realities, Jul., 2003. pp. 112-135
[61] Ibid. p. 116. “Knights, who were retained to wage war and kill, were not generally associated with pilgrimages. Attitudes begin to change dramatically in the decades leading up to the First Crusade. One explanation is that there were large numbers of wars between  minor  principalities within Europe, and the church leadership decided it would be better to harness these energies in directions useful to the  Latin Church”
[62] Ibid. pp. 119-129.
[63] Ibíd. p. 117.


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Bibliografía

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