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28 feb 2012

La idea de nación según Sieyés. (Reseña)


ÜEmmanuel Sieyés. ¿Qué es el Tercer Estado? Ensayo sobre los privilegios. Traducción: D. Bas. Título Original: Qu’est-ce que les tiers état? (1789), Edición en castellano: 1989. Editorial Oikos-tau S. A. Barcelona.

Emmanuel Joseph Sieyés (1748 -1836) fue tal vez una de las personas más influyentes de su tiempo, y estuvo vinculado fuertemente con los cambios políticos de su época. Fuertemente influenciado por las ideas de Locke, las cuales aplico a las inmovibles ideas de Hobbes. Fue sacerdote, logrando ser canciller de la diócesis de Chartres. Fue uno de los redactores del llamado “Juramento de la Pelota” y de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Fue activo en la Asamblea Constituyente. Estuvo fuertemente involucrado en los hechos más relevantes de la política francesa hasta la restauración, en la cual fue expulsado por haber apoyado la decapitación de Luis XVI. Regreso a Francia luego de la Revolución de 1830.

En el presente volumen, que se ha calificado como de carácter panfletario, Sieyés plantea un fuerte cuestionamiento a la realidad política de su país por medio de dos ensayos que no están disgregados sino que por el contrario le apuntan a la reivindicación de este Tercer Estado de manera coherente, Estado que no es otra cosa que el pueblo esterilizado de cualquier desigualdad, la cual es por medio de los privilegiados, a los cuales Sieyés ve como incoherentes con el Tercer Estado y por ende con la idea de Nación.
Para fundamentar todo esto Sieyés le da a la ley el papel de pilar fundamental, es decir que todo parte de ella, ya que es esta la que garantiza la libertad y la propiedad, dos valores fundamentales para esta nueva mentalidad ilustrada y revolucionaria. La ley no viene sin embargo de construcciones históricas, sino que nace de la ley madre “no perjudicar al prójimo” es decir que la ley es algo natural, y por ello la libertad también es anterior a cualquier sociedad. Ante esta construcción natural  esta lo que podríamos signar como anti-natural (ya que va en contravención de la ley madre y de la libertad) que es los privilegios.
Los privilegios, según Sieyés, dan espacio para dañar al prójimo en razón de las comodidades que ostentan los privilegiados, este prójimo no es otro que el pueblo que debería ser lo primero. Este detrimento es contrario a la idea de Estado, ya que para Sieyés, el Estado no pude ser injusto, es decir que los privilegios son contrarios al Estado mismo. Es además el privilegio algo contrario a la razón, es decir, contrario a las idea que tenia la ilustración del como  asimilar el mundo.
En medio de estos razonamientos el autor empieza a insertar sus soluciones a estas problemáticas, en el caso de los puestos públicos sustenta que estos se deben pagar con salarios y deben ser según la meritocracia, lo cual no pasa con los privilegios, que se han establecido para recomenzar a quienes dirigen material o espiritualmente al pueblo. El autor argumenta que la única recompensa que deben recibir es el sentimiento de servicio a la patria, este sentimiento fluye con naturalidad y viene de ese mismo ente natural que es la nación, ligado íntimamente a la estima que otorga el pueblo, parte primigenia de la nación. Como vemos todos estos aspectos, en este ensayo, tienen carácter natural y ha sido el mal manejo de los privilegiados los que han truncado el flujo correcto de lo social hacia la mejor expresión de la nación.
Este camino truncado, consecuencia de los privilegios honoríficos, se expresa en una especie de adefesio de nación dentro de la nación, siendo esta pequeña nación una burocracia que solo propugna por sus intereses, dejando por fuera al Tercer Estado (pueblo). Este Tercer Estado es incluso discriminado pese a que es la parte vital de la nación. Todo este esquema de privilegios no hace más que ir en contra de la nación misma, idea que en la segunda parte, sobre el Tercer Estado, entra a definir de manera más precisa.
En el ensayo propiamente dicho sobre el Tercer Estado, Sieyés, busca consolidar tres premisas; que el Tercer Estado es todo, que hasta ahora no ha sido nada y que busca llegar a ser algo. En este orden de ideas se define la nación como “un cuerpo de asociados que viven bajo una ley común y están representados por la misma legislatura” (p.66), es decir que la nación engloba a todos los habitantes que están en igualdad de condiciones bajo la ley, con lo cual los privilegiados tiene como opción dejar de lado sus privilegios o excluirse, Sieyés se inclina por la segunda opción debido a la poca capacidad que tendría, por ejemplo, la nobleza para renunciar a todas sus ventajas no merecidas y a su ley propia, ley que no es la ley general que representa a los asociados en la nación.
Más adelante radicaliza aun más el concepto de nación, limitándolo solamente al Tercer Estado, el cual engloba lo que pertenece a la nación, siendo lo ajeno al Tercer Estado ajeno a la nación (p.67), es esta tal vez su principal tesis, la de mostrar el Tercer Estado, el pueblo en igualdad de condiciones bajo la ley, como el componente total de la nación. Dejando así a los nobles fuera de la nación, por considerarlos en función de si mismos “imperium in imperio”, lo que deja a cualquier privilegio como contrario a la idea de nación.
Sieyés también se opone a la idea del Estado como lo plateaba Hobbes, ya que según Sieyés Francia siempre ha sido gobernado por la nobleza, dejando al Rey en un papel secundario, tras lo cual esta nobleza se ha dedicado a construir una burocracia que solo los beneficia a ellos y que se autentifica en sí misma como descendencia de conquistadores, argumento que Sieyés despedaza. En este gobierno de la nobleza privilegiada injustificadamente se ha rebajado al Tercer Estado a nada, lo que concierne a que la parte fundamental de la nación esta opacada, y casi que anulada, por lo que la nobleza se convierte en una anti-nación.
Para recuperar el estatuto que el pueblo merece, Sieyés, muestra los reclamos del mismo, reclamos que se resumen en una representación democrática cuantitativa y no cualitativa (por cabeza no por orden), se empieza así a plantear un principio vital de nuestras democracias y es que la mayoría tiene la razón. Incluso se plantea que el Tercer Estado, por ser mucho mayor en cantidad al clero o la nobleza, se autentifica. Este Tercer Estado excluye cualquier privilegio y exige una representación según el territorio en relación con las nuevas regiones anexadas (p.77).
Para que este Tercer Estado llegue a ser algo, y si es posible todo, la nación debe funcionar en su totalidad según la ley. Así, por ejemplo, la tributación debe hacerse conforme a la ley y no por caridad, esto partiendo de principios de igualdad. Una vez más, como la nobleza no es compatible con la igualdad no es compatible con la nación, por ello mismo la idea de parlamentos bicamerales es abolida, por el riesgo que los privilegiados sigan imponiéndose sobre los comunes (Tercer Estado).
La nación, dice Sieyés, es en cuanto a que es libre y esta direccionada, no regida, por una constitución que es hecha por la nación misma, es decir el pueblo. Sin embargo esta constitución no está por encima de la nación, ya que la nación existe antes que nada y ella dirige todo (pp. 105-106). Esta temporalidad de la idea de nación se remite hasta la primer asociación de individuos aislados, esta asociación, que ya es una nación, por acción de voluntad común confía el poder a algunos de estos individuos, para luego pasar a una “época” en la que el poder es representativo. Estas son las épocas según las cuales las formaciones de sociedades evolucionan desde la base de la nación, que esta antes que todo. Recordemos que esta idea de evolución también es propia de la ilustración, para este caso lo humano evoluciona hacia las mejores formas de gobierno posibles, aquellas que lleven mejor representada y encapsulada la voluntad común, la voluntad del Tercer Estado.
Es vital señalar una y otra vez que Sieyés ve a la nación como existente antes de todo, no como una construcción histórica, y de ella nace todo, esta nación es siempre legal y fundamentada en la ley, dejando solo por encima de ella el derecho natural. Todo este esquema, en Sieyés, cobra un aire de coherencia casi divina, coherencia que muestra el sistema político igualitario y legal como el pináculo de la historia humana, por ser este sistema el que mejor expresa la voluntad del Tercer Estado, es decir del pueblo. La nación, como ya se dijo, no está sujeta a la constitución, sino que es el gobierno el que está sujeto a ella. Esta constitución debe ser generada por representantes extraordinarios que tendrán el poder que la nación, que poco a poco se vuelve sinónimo de pueblo, quiera darles. Estos representantes extraordinarios, que obtienen su poder parcial por voluntad de la nación, deben llamar a la nación, a lo que Sieyés pregunta ¿de dónde sacar a la nación?, contestando de forma concluyente y definitoria para la naturaleza de la nación misma, la nación se saca de donde ella misma es; de todos los habitantes que estén en el suelo nacional, que estén inscritos a la territorialidad. Una vez más la idea es clara; la Nación es y está en el pueblo. La coherencia de todos los conceptos inunda todo el texto. Todo esto lleva a concluir que el Tercer Estado es la Nación y esta es la única Asamblea Nacional Posible, así “la voluntad de una nación es la suma de voluntades individuales como la nación es la suma de individuos” (p.126) Es decir, que el pueblo o el Tercer Estado, siendo solo él la nación, es el único que puede levantarse, a través de unos representantes extraordinarios, para redactar una constitución que cree el marco legal en el que funcionara la nación; el pueblo mismo.
Este último párrafo muestra algo que para mí es bastante llamativo y es la gran coherencia que estos individuos crearon a través de sus conceptos, de manera que toda esta construcción termina por ser casi que irrefutable. Para el caso de Sieyés los postulados son alineados de forma tan precisa que todo el argumento es terriblemente solido; ¿Quien, después de leerlo, podría pensar en la convivencia de los tres órdenes? ¿Quien podría refutar la exclusión de los privilegiados de la nación? Obviamente estos sujetos estaban construyendo verdades que sustentaran todo un proyecto de nación y de sociedad, y para ello tenían que mostrar la inmovilidad y atemporalidad de la nación, la cual se muestra como una construcción natural y que termina por ser el pueblo mismo, la democracia, en todo el significado de la palabra se sustenta en esta idea, junto con las herramientas primigenias para sustentarla y mantenerla. Por lo menos teóricamente el modelo estaba montado, faltaría ver como se desarrollaría en la praxis, donde las ideas generalmente se quedan cortas.


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