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27 oct 2011

LA MUJER Y EL PSICOANALISIS, la histeria como camino a lo femenino, una posición a debatir.

Desde sus inicios, la mujer y el psicoanálisis, han tenido una relación bastante cercana, ya que es en lo femenino y sus síntomas histéricos casi que la piedra angular de todo el edificio psicoanalítico. Si bien no se puede decir que el psicoanálisis como práctica clínica se dedica único y exclusivamente a la histeria femenina si es cierto que los casos más famosos se refieren a ellas.

Ante este supuesto podemos interrogar dos de los casos de Freud de la siguiente manera: ¿Cómo se plantean las primeras estructuras conceptuales en los casos tempranos de histeria? ¿De qué manera Freud plantea la naturaleza de lo femenino en estos casos?

Para responder a dicha pregunta nos remitiremos a dos casos de finales del siglo XIX, cuando todo el andamiaje estaba aún en construcción, son los episodios de Miss Lucy R. y de Catalina, aunque también echaremos un vistazo al caso de Emma, que data más o menos de la misma época.

Ambas, Miss Lucy y catalina, son mujeres sanas que recurren a Freud como última medida ante las pobres respuestas que han encontrado en la medicina de lo fisiológico, que en esa época y hoy se presenta como la primera instancia a la que se acude ante cualquier afección corporal. Los dos casos son explorados por Freud desde el lenguaje, y los dos casos son resueltos a través de un sistema que caracterizará al psicoanálisis como practica de ahí en adelante, sin embargo este sistema aun se presenta de manera rudimentaria y con algunas secuelas de las viejas prácticas que Freud poco a poco va descartando.

Veamos uno por uno los dos casos, para así establecer las constantes y las variables y luego poder discutir algunos de los conceptos que van emergiendo dentro de estos rápidos ejemplos.

Miss Lucy R.

Hacia 1892 llega al consultorio de Freud el caso de una joven institutriz de 30 años, que sufre de problemas respiratorios (Rinitis Supurada), dicha afección que había degenerado en la pérdida total del olfato, sin embargo pese a que no podía sentir nada por su órgano nasal, la paciente se aquejaba de unos olores molestos que la perseguían y se sumaban a otras afecciones físicas. Freud se enfoca no en los síntomas fisiológicos como tal, sino en la subjetividad de estos, en especial lo que el cataloga como una “sensación olfativa subjetiva”[1] ya que esta no responde a un estimulo claro o razonable, por lo cual Freud emprende un estudio desde el psicoanálisis, aun imberbe.

Freud usa varias herramientas metodológicas con la paciente, entre ellas la vieja herencia de Bernheim de poner la mano en su frente para, en parte, para sugestionar la sujeto y así lograr extraer la información mnémica que solo ella poseía. También recurre a la afasia, que consiste en repetir ordenadamente años, meses y días a fin de localizar hechos que lleven a conclusiones sobre el extraño olor a harina quemada que tanto atormenta a Miss Lucy. Aquí vemos que, como ya era recurrente, Freud tiene como objeto de análisis no el presente de la sujeto sino su pasado y la interpretación misma de este pasado por la paciente. Con este caso el psicoanálisis también inicia su cambio de dirección con respecto a sus orígenes en la hipnosis, ya que Freud ve la poca efectividad de este método y cuestiona su utilidad, aplicando en mayor medida un acto de conversación con el paciente estando este en pleno uso de su conciencia.

Un aspecto que Freud interroga, y que le inquieta, es que esta paciente no presenta síntomas graves de histeria, es decir que en apariencia es una persona que podríamos llamar “sana” (con unas comillas muy grandes), lo cual lo llevará a catalogar a Miss Lucy como una paciente que ha adquirido su histeria por unos hechos a develar. También llama la atención que los síntomas remiten siempre a lo olfativo, en primera medida el extraño olor a harina quemada y olor a tabaco. Lo que Freud descubre en su análisis es que cada uno de estos olores remite a un momento especifico en que la paciente tiene un conflicto de sentimientos, asociados a un deseo que debe reprimir, ya que a través del análisis se descubre, por lo relatado por la paciente misma, que la esta desea, secretamente, a su jefe (el padre de las niñas a las cuales ella cuida). Este deseo debe ser reprimido en especial por lo que Freud tratará en el Malestar de la cultura, allí dirá que la búsqueda de satisfacción del sujeto será obstruida por la naturaleza, el cuerpo y lo social[2], aunque esto lo formulara después de muchos años aquí ya vemos como lo social y lo cultural ejercen una gran influencia sobre la definición del sujeto y sobre su relación con su vida sentimental, ya que observamos como la paciente ve inapropiada y penosa una relación con su jefe por las diversas posiciones sociales:

“si algo me resulta penoso, era que se tratase de una persona que me tiene a su servicio, en cuya casa vivo y con respecto a la cual no me siento con tan plena independencia como ante cualquier otra. Y siendo yo misma una muchacha pobre y él un hombre rico de familia distinguida, todo el mundo se reiría de mi si se sospechase algo”[3]

Como tal el caso de Miss Lucy nos muestra como en un conflicto de afectos se crea un síntoma que da testimonio de la represión de un deseo imposible por diversos motivos, generalmente por lo cultural que censura dichos deseos, como es claro en este caso. Aquí también vemos que el deseo de convierte traumático, en Miss Lucy, cuando esta da cuenta de lo inadecuado e inalcanzable, aunque aun esperanzador, deseo por el Padre de las niñas, entendiendo Padre como la funcionalidad que este representa como tal en lo social (es decir el Padre como ley que planteará Freud en Tótem y Tabú en 1913).

Catalina.

El caso de Catalina toma a Freud por sorpresa según su narración, ya que estando de descansando de la “Medicina”[4] se ve obligado a analizar a una joven que lo aborda inesperadamente interrumpiendo su contemplación en una desconocida montaña. Catalina, como parece ser la regla, relata, en medio de preguntas, la afección fisiológica a Freud, que es lo que llamaríamos síntoma; dificultad para respirar y sensación de ahogo. Freud, obligado por su vocación científica, inicia la exploración del síntoma en el pasado vivencial de la joven. Esta vez, sin recurrir a nada más que las preguntas, descubre varios momentos traumáticos y censurados en la paciente, todos relacionados con la perversión de su tío; el primero que emerge es que Catalina fue testigo de una escena sexual entre su tío y una prima de la paciente (Francesca) escena que ocurre cuando Catalina tenía la edad de 16 años. Ella confiesa que no sabe cuál fue el motivo de su sorpresa ya que esa escena en dicho momento no representó, supuestamente, ninguna relación con lo sonrojante de lo sexual, es decir que dicho hecho no estaba sexualizado en el tiempo exacto en el que sucedía. Sin embargo reconoce haber tenido vómitos frecuentes luego del penoso descubrimiento. Freud continúa hurgando en los recuerdos de la joven y descubre un hecho relacionado con el tío de más vieja data, y que es la causa real de los trastornos sintomáticos. En ese hecho, que la paciente relata, el tío intentó sobrepasarse sexualmente con Catalina, esta una vez más desconociendo lo sexual en ese acontecimiento se descubre asi misma huyendo inexplicablemente de su acosador. Así lo que Freud logra concluir del caso es que la segunda escena (la del tío y la prima) que llamaremos A, revive el recuerdo propio que Catalina tenia con su tío, recuerdo que llamaremos suceso B[5]. Cuando A despierta el recuerdo reprimido de B es que se inician los síntomas, es decir que Catalina sexualiza B por lo que ve en la escena A, en la cual ya hay una conciencia de lo que presencia es un coito, aunque la paciente niega tener dicho conocimiento en ese instante. Catalina revive el repudio que sintió al ser acosada por su tío, repudio traducido en el vomito como síntoma más inmediato; “Si; debió de darme asco aquello (B) y lo debí recordar luego (A)”[6] confiesa la paciente a Freud, quien continua la interrogación y descubre que ese el verdadero objeto repudiado es el falo del tío, el cual sintió cerca de su cuerpo en la escena que hemos denominado B. El asco no era otra cosa que el de sentirse identificada con su prima Francesca y ver se ella misma en la posición de la otra joven.

Emma, constantes con Lucy y Catalina

Como tal los dos casos tienen varias coincidencias, que el mismo Freud refiere; en primer lugar que las dos son histerias adquiridas, lo cual pone en entre dicho la dicotomía del sano y el enfermo, ya que los sucesos presentados están impregnados de cotidianidad. En segundo lugar Freud nos recuerda en el “epicrisis” del caso Catalina que “podremos considerar las dos series de sucesos eróticos como factores traumáticos, y la escena del descubrimiento de la pareja (en Miss Lucy las escenas de llegada de la carta de la madre y el regaño al hombre visitante que beso a las niñas, responsabilidad de la paciente, en la boca) como un factor auxiliar”[7] y además agrega que “En el análisis de toda histeria basada en traumas histéricos comprobamos que impresiones de la época presexual, cuyo efecto sobre la niña ha sido nulo, adquieren más tarde, como recuerdos, poder traumático, cuando la sujeto, adolecente o ya mujer, llega a la comprensión de la vida sexual”[8]. Si transportamos esto al caso Emma[9] podemos ver esta constante de un recuerdo que sexualiza otro. En dicho caso un miedo (a entrar sola a una tienda) remite a un hecho en que la risa de un tendero y otro sujeto la asustan inexplicablemente cuando tenía 12 años, ante lo cual huye para nunca más volver a un establecimiento de este tipo, este miedo inexplicable remite, luego del análisis de Freud, a un hecho aun anterior en el que un tendero toca las partes nobles de Emma a los 8 años, Emma en ese momento no vio mayor problema a ello, incluso pareció haber cierto goce, sin embargo en el segundo encuentro (que Freud llama A) la agresión sexual es conjugada y reprimida, el posible goce es asumido como culpa (una vez más vemos el papel de la cultura), además se simbolizada en los vestidos (en los cuales la paciente sitúa el objeto de burla) y así se configura la patología. Es decir que el síntoma histérico es incubado durante un tiempo y sale a flote en un momento especifico; el recuerdo B es sexualizado con la experiencia A, en una edad en que Emma ya es consciente de lo sexual, y así tenemos la receta del trauma, luego de un tiempo de incubación. Freud le dará a este periodo de incubación el nombre de Latencia[10].

Aunque Freud muestra una diferencia entre los casos de Catalina y Lucy, la desvirtúa unas líneas más adelante: “La causa del aislamiento (en el caso de Catalina) no es, como en el caso de miss Lucy, la voluntad del yo (recordemos que Lucy niega con supuesta racionalidad su deseo por el padre de las niñas), sino su ignorancia, que le impide toda elaboración de las experiencias sexuales”[11], para luego añadir sus dudas en cuanto a que “la disociación de la conciencia, por ignorancia (de lo sexual), sea realmente distinta de la producida por repulsa consiente, pues es muy probable que los adolecentes posean conocimientos sexuales mucho más precisos de lo que en general se cree, e incluso de lo que ellos mismos suponen”[12]. Es decir que los dos casos presentan la misma constante de sexualización de una escena recordada a través de un hecho ocurrido posteriormente, y que en el segundo evento ya hay una conciencia de lo sexual, aunque fuertemente influenciado por lo cultural.

Otra de las constantes de los casos de Freud, para envidia y controversia de sus detractores, es que el trauma se cura luego de la intervención analítica, Freud lo explica en cuanto a que el evento displacentero no es excluido de la conciencia sino del proceso intelectual[13], al retornarse este, a través del análisis, a ese proceso intelectual se llega a la resolución del conflicto anímico no por la eliminación de este sino por su asimilación, es decir que toda compulsión de la histérica es resulta si se explica[14], si se lleva de nuevo al proceso intelectual consiente.

Lo femenino y lo masculino

En estos dos casos, tres si sumamos el de Emma, vemos dos actores, que juegan un rol de protagonistas y antagonistas, mejor aun de las protagonistas y los antagonistas, es el juego que se propone entre los masculino y lo femenino. Según Sergé André para responder a lo femenino Freud recurre a la perversión paterna[15], es decir que gran parte de lo constitutivo de lo femenino nace por las relaciones libidinosas entre el Padre, o una figura paternal, y lo femenino. Sin embargo esta dinámica no es simétrica ya que el padre, o lo masculino, es quien “violenta” lo femenino.

André plantea, para ejemplarizar mejor esta dinámica asimétrica, unas duplas, que él ve en la teoría freudiana: Libido/masculino vs represión/femenino; histeria femenina/asco sexual vs obsesión masculinidad/voluptuosidad; femenino/pasivo vs masculino/activo[16]. Estas duplas se pueden ver en su operancia si nos remitimos al caso de Catalina, allí ella ejerce un papel pasivo ante el acto violento o de acoso de su tío, sin embargo dicho acto es reprimido por la paciente, que en el momento en que ve a su tío con Francesca (en quien se ve ella misma representada) adquiere un asco simbolizado en las nauseas. Catalina además debe reprimir el recuerdo, al no hacerlo se ve enfrentada a la ira de los masculino que le causa las visiones de aquella cara extraña que ve cuando el aire le falta, es toda la configuración de la ira, o violencia, asimilada como una posición activa de lo masculino ante lo pasivo de lo femenino. Esta conceptualización de lo femenino y lo masculino se puede leer perfectamente en el caso de Emma; un acto de violencia sexual desde lo masculino (pellizco en las partes intimas de la Emma infante por parte del tendero) y una actitud pasiva y represiva de lo femenino, quien incuba el síntoma histérico.

Sin embargo la dupla no se ve tan claramente en el caso de Miss Lucy, ya que el Padre de las niñas no ejerce ninguna violencia o acoso a la institutriz, ¿cómo se explicaría allí la relación entre lo masculino y lo femenino? Aunque no aplicarían de forma fidedicta las duplas extraídas por André, si se podría explicar desde el concepto del complejo de Edipo que Freud argumentará mas tarde. Este complejo de Edipo se vería fundamentado como simétrico; es decir que la fijación libidinal del niño en la madre, correspondería a una fijación libidinal de la niña en el padre y de una posición activa de lo femenino en cuanto a los masculino, André lo explica de la siguiente manera: “los casos de Miss Lucy y de Elisabeth Von R. […] nos indican que la histérica no está en una posición de pura pasividad ante al padre” sino que aquí la histérica “participa en la edificación de una relación de complicidad ambigua con él –que se traduce en el amor por del director de Miss Lucy”[17], este viraje del psicoanálisis, como lo llama el autor citado, es en parte al descubrimiento del mismo Freud en esta relación entre lo femenino y lo masculino ya que “En efecto, si la histérica se queja de haber sido seducida […] por el padre, Freud por su parte se queja de haber sido iniciado precozmente a la sexualidad por su niñera y por su madre”[18]. Esta participación activa de lo femenino en el complejo de Edipo será ejemplarizada en el caso de Dora en el cual el padre “deja de ser el seductor que impone la perversión a su hija para convertirse en el que ella elige en el complejo”[19]. En resumen; ante la posición pasiva de Catalina, tenemos una posición activa de Miss Lucy quien se fija en el padre de las niñas, padre que ejerce su papel como ley y como proyección de la imagen en la cual el concepto del complejo de Edipo dictaminará que la mujer está llamada a fijarse, esta posición activa de la mujer revelaría el caso del mismimo Freud.

Conclusión

Para los casos en especifico de Lucy y Catalina podemos observar varias cosas, en primer lugar vemos como el camino intelectual de Freud se empieza a encauzar en metodologías más cercanas al análisis y a la interpretación, su renuncia paulatina a la hipnosis y a la sugestión lo llevaran a encontrar las respuestas a través del uso del lenguaje como única herramienta, lenguaje que es articulado por el paciente y que lo deja en la posición de ser él quien tiene el saber. En estos casos tempranos vemos también como la vida anímica de los sujetos es creada en retrospectiva, como el conocimiento histórico mismo, y como los significantes a los hechos son agregados después de vivirlos con los sesgos propios que se van adquiriendo a través del bagaje en lo cultural y lo social. Lucy, Catalina y Emma re-significan sus recuerdos, que no tenían un significado claro, a través de otros hechos que conllevan a mostrar como algo estaba en alguna parte, escondido, pero que una vez resignificado tiene que volver de donde se dejo reprimido como síntoma. En este periodo de tiempo la persona ha cambiado, ha adquirido una idea, en parte cultural, de lo sexual, y por ese camino de lo apropiado y de lo inapropiado, de lo licito y de lo que está fuera de la ley que rigüe lo social. Este periodo es la incubación a la que ya nos hemos referido.

En este proceso de represión esta la dinámica de los géneros, la dinámica de lo sexual, que desde lo genital plantea unas relaciones mentales de manera bidireccional, en un principio se ve a lo femenino como el modelo de lo pasivo, de lo que huye, de lo que reprime, pero luego se puede apreciar que de una manera diferente a lo masculino, lo femenino también actúa, no solo recibe la perversión masculina, no solo es violentada sino que también fija en lo masculino sus deseos, el mismo Freud es testigo de ello. Se podría formular que lo femenino se construye a través de lo masculino, sin embargo el proceso también se cumple a la inversa, así lo femenino es construido por su otro negativo necesario, y viceversa, pero no con los mismos métodos.

Dirigir la mirada hacia el temprano periodo del pensamiento de Freud tiene la enorme ventaja de poder acercarnos a las génesis de muchos de los conceptos que el psicoanálisis desarrollara hasta nuestros tiempos, para un aspirante a historiados como es mi caso, el introducirse en la historia misma de las construcciones conceptuales de Freud es entender como una teoría se gesta a través del contexto y la mentalidad de una persona, es de una o de otra manera presenciar lo que debió haber descubierto Freud al poder explorar cada una de las historias personales de sus pacientes y ver como estas los constituían psíquicamente, pero también observar como unas estructuras inmanentes se reflejaban en varios sujetos con unas constantes que debieron fascinar y alentar cada vez más el análisis de Freud.

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[1] Freud, Sigmund. La Histeria, E-) Historiales Clínicos. En: Obras Completas. Biblioteca Nueva. Madrid. 1972. pp. 89 -101.

[2] Freud, Sigmund. El malestar en la cultura, 1930. Ediciones Esquilo. Bogotá 2008.

[3] Freud, Sigmund. La Histeria, E-) Historiales Clínicos. En: Obras Completas. Biblioteca Nueva. Madrid. 1972. p. 96.

[4] Ibíd. pp. 101 -107.

[5] Esta denominación de suceso A y B la usa Freud en el caso de Emma. en: Freud, Sigmund Proyecto de una psicología para neurólogos, 1895. En: Obras Completas. Tomo I. Biblioteca Nueva. Madrid. 1972. pp.246-256.

[6] Freud, Sigmund. La Histeria, Historiales Clínicos... p. 105

[7] Ibíd. p. 106

[8] Ibíd. p. 107.

[9] Freud. Op, cit. Proyecto de una psicología para neurólogos...

[10] Freud, Sigmund. Moisés y la religión monoteísta, 1939. Amorroutu editores. Buenos Aires. 2004. p. 66

[11] Freud, Sigmund. La Histeria, Historiales Clínicos... p. 106.

[12] ibíd.

[13] Freud. Proyecto de sicología… p. 250.

[14] Ibíd. p. 249.

[15] André, Sergé. ¿Qué quiere una mujer? Siglo XXI, Buenos Aires. 2002. p. 69

[16] Ibíd. p. 77

[17] Ibíd. p.69.

[18] Ibíd. Aquí André cita una de las cartas de Freud a Fliess.

[19] Ibíd. p. 72.



Bibliografía

Freud, Sigmund. El malestar en la cultura, 1930. Ediciones Esquilo. Bogotá 2008.

_____________ La Histeria, E-) Historiales Clínicos. En: Obras Completas. Biblioteca Nueva. Madrid. 1972.

_____________ Proyecto de una psicología para neurólogos, 1895. En: Obras Completas. Tomo I. Biblioteca Nueva. Madrid. 1972

____________ Moisés y la religión monoteísta, 1939. Amorroutu editores. Buenos Aires. 2004.

André, Sergé. ¿Qué quiere una mujer? Siglo XXI, Buenos Aires. 2002.

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