lolo

30 sept 2013

La emergencia del Troll.

“Según la mitología escandinava, monstruo maligno que habita en bosques o grutas”, dice el aburridor diccionario de la RAE sobre lo que significa troll. Y es que pese a que la Real Academia de la Lengua Española, que los intelectuales de pacotilla latinoamericanos decidieron que era la directriz de nuestro idioma, intenta actualizarse como cuando una tía vieja intenta escuchar la música de sus jóvenes sobrinos aún no cuenta con la definición que si desarrolla la pordebajeada Wikipedia, que dice: “describe a una persona que publica mensajes provocativos, irrelevantes o fuera de tema en una comunidad en línea, como un foro de discusión, sala de chat o blog, con la principal intención de provocar o molestar una respuesta emocional en los usuarios y lectores, con fines diversos y de diversión” (Ctrl +C, Ctrl + V).

¿Tiene alguna función un personaje de esa calaña? ¿podría usarse al troll para fines nobles? ¿se debe aplicar la censura o ignorar a un personaje tan molesto? El troll en internet, como el de la mitología escandinava, tiene varias clases, según el ámbito en donde se desenvuelva, es decir según quien lo narre, para nuestro caso los grandes juglares ya no nos narran como sociedad, para nuestro caso lo hacen los medios o las redes sociales, que nos dan la ilusión de narrarnos en primera persona. Sin desviarnos del tema el troll depende de la narración en la que se juega; imagen, texto, video, etc. Sin embargo siempre se juega en el terreno del lenguaje, como lo hace el troll monstruoso que atormentó los sueños de los vikingos.

Ahora bien, el lenguaje se construye a través de significantes, que en el caso de las redes sociales depende de una serie de códigos que los usuarios adoptan como propios con la ilusión, una vez más, de que el que configura un mensaje lo hace para expresarse a sí mismo y para, de alguna manera, narrarse a sí mismo hacia los demás. En el mundo fantástico que son las redes sociales (incluyendo foros o cualquier opinadero gratuito) este sujeto cree expresar una opinión autentica y original que tiene un disfraz de coherencia, con su pensamiento, con su ideal de mundo, con sus gustos, o incluso con sus sentimientos (que también cree coherentes y descifrables). Hasta aquí la ilusión es completa puesto que en la formula básica de la comunicación el sujeto que emite el mensaje cree haber comunicado algo que era necesario comunicar, un mensaje completamente coherente. En este punto es necesario hacer una acotación y es que el sujeto al que nos referimos es aquel que cree usar las redes sociales de manera madura, es decir, aquel que cree estar en un punto alto de su intelectualidad y de su madurez, el que cree que está cambiando el mundo desde el ámbito virtual.

¿Y qué tiene que ver el troll en ello? Todo, y nada. Un mensaje molesto que solo tiene como función molestar puede llegar a ser irrelevante, hasta que el mensaje logra causar rabia, impotencia, fastidio, odio, violencia, los sentimientos que en lo que constituye una personalidad equilibrada no tienen cabida. De izquierda o de derecha, todos los que se han hecho con una intelectualidad racional se han configurado dentro de la premisa o el objetivo de ser coherente, y esa coherencia esta mediada por la racionalización de lo que se siente y por el manejo de lo que se dice, los sentimientos bajos de lo humano, sentimientos que construyen a lo humano, son extirpados. Muestra de ello es el lenguaje que debe usar alguien “culto” un lenguaje altivo, lleno de conceptos, correcto, o hasta que rime según el nivel educativo del mamerto, tal y como lo hago yo mediocremente ahora, pues es el uso del lenguaje, y la supuesta coherencia de ideas, la que nos da el disfraz de que somos esa coherencia, y que lo que sentimos no nos controla “No estoy de acuerdo con lo que manifiesta, pero moriría para que lo expresara” diría Voltaire citado a la malditasea. El troll sin embargo no actuaria bajo esa fórmula racionalista sino que lo haría bajo la norma de la virulencia que le viene de sus viseras, sin importar si tiene o no los argumentos, y si los tiene los escupe.

¿Incita a la violencia? ¿Es correcto hacerlo? Para responder se deberá decir que si el troll acude a la grosería limpia, a la retahíla a modo de alegato de mamá histérica o de atracador en oficio, a lo cual tendría derecho en su ilusión de libertad de expresión, no haría más que provocar el que sea ignorado. Pero si el troll acude al sarcasmo, a la crítica insisiva, al humor y la caricatura, lograra su principal objetivo, y a donde quiero ir en este mal obrado escrito, el objetivo de llamar la atención no sobre el sino sobre la incoherencia de los mensajes contra los que atenta, porque el troll hace atentados, no con dinamita o papas bomba y cobardes capuchas, sino con el lenguaje y desde el lenguaje y es en ese terreno donde su dinamita puede hacer temblar edificios que están configurados en la fantasía de lo razonable, de lo coherente.

Un buen ejemplo de troll es, por decir algo, un Fernando Vallejo, que rompe con la tiranira del consneso, aquella tiranía que dice que uno debe debatir con argumentos estructurados, que uno habla y el otro responde y que al final todos debemos tolerarnos, aunque nadie lo haga, pero piense que si lo hace. Un buen ejemplo es el genial personaje que le hace la vida a cuadritos a Batman en medio de una horripilante sonrisa, que ejerce solo como agente del caos (una vez más la idea es hacerlo solo desde el campo del lenguaje) Estos ejemplares de troll llegan a la genialidad cuando logran hacer que el que aspira a la coherencia (de forma consiente o inconsciente) termine igualándose al troll y termina cayendo en la incoherencia, termina destrozando sus supuestos y mandando a la mierda todo, termina, por ejemplo, siendo violento, termina rompiendo sus códigos. Por más que uno debatiera con Vallejo si el debate se extendiera lo suficiente le gritaría en la cara que solo es un viejito marica que no se aguanta ni el mismo, y así el abría triunfado. ¿Quién no disfruta de la tunda que le da Batman al Guasón cuando por fin le pone las manos encima? Lo disfrutamos, y decimos que se lo merece, porque caímos en el juego del troll, rompimos nuestros filantrópicos y pacíficos ideales y le queremos meter un golpe al que ensucia mis mensajes con cosas que son ciertas, al que critica mis videos solo porque son criticables, al que me cae encima cuando cometo un error, y yo, que creo ser coherente, no me bajo de mi posición sino que me mantengo más en mi posición, y termino siendo violento para defenderla, en ese punto me trolearon, me vencieron, me mostraron que no me narro, sino que alguien me había narrado, que alguien me había usado.


¿Cómo me quito de encima a un troll? Con la técnica inversa que él me aplica, no caería en la mimesis, simplemente si me muestran un error, lo aceptaría, y el troll quedaría convertido en una abuelita consejera y no en una carga de dinamita. Es de saber que quien toma posición en una confrontación ya de por si esta errado, porque no fue capaz de notar la complejidad del conflicto (la idea no es mía) quien toma posición cayo en la ilusión maniquea de los buenos y los malos, y se enroló en el equipo de los coherentes, el troll le ayudará a cuestionarse su supuesta personalidad heroica, o le amargara un tuit, un post, o el día, en el mejor de los casos.

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